viernes, 2 de marzo de 2007

El síndrome de Estocolmo






-Me encantan los animales. Tengo un montón en casa: un canario, un loro, un hurón, una iguana, dos huskys siverianos, un gato, tres tortugas de agua, y peces. Y eso que vivo en un piso… Hasta mis vecinos me preguntan si estoy preparando el arca de Noé, jajá. Es que me gustan tanto los animales…, los adoro-

Ésta es la típica frase de los que se creen fervientes amantes del mundo animal. Tiene gracia, cómo se puede ser tan incongruente e hipócrita, y encima ni darse cuenta.

A mi también me encantan los animales.
Lo primero que tuve fue una tortuga de tierra, de esas grandes. Bartola se llamaba, qué carita más graciosa tenía. En su agitada vida lo más emocionante parecía ser resbalarse con sus afiladas uñitas en el liso suelo, o salir de debajo del sofá llena de pelusas. Creo que no pudo aguantar tanta felicidad y un día, sin previo aviso, se lanzó desde el balcón.

Unos años más tarde tuve la feliz idea de tener un hámster: León, mi gordo y peludito ratón. Qué contento se puso el día que mi vecina me regaló una novia para él, pero ya nunca fue el mismo a partir de aquello. Se pasaba el día dale que te pego, ya no tenía tiempo para jugar conmigo, y enseguida la hámster hembra se quedó en estado y tuvimos que separar a mi León por si le daba por comerse a sus propias crías. El resultado fue que mi leoncito se escapó de casa, y la borde de la hembra tuvo un montón de ratoncitos que tuve que regalar. Le dejé un hijito para que no sintiera tan sola, pero cual fue mi sorpresa cuando al poco tiempo estaba de nuevo embarazada, ¡de su propio hijo!
–Si es que tanto encierro vuelve tarumba a cualquiera- pensé. Así que me deshice de ellos.

Un día, después de muchos años, me encontré con un cachorro perruno que estaba solito en la calle, muy asustado, llenito de pulgas, tan pequeñito...
Lo hablé con él seriamente:
-¿seguro que quieres venir a vivir conmigo? Vas a tener que pasar el resto de tu vida encerrado, privado de cualquier tipo de contacto con los de tu especie, y probablemente incluso mueras virgen…-
Pero su lametón en la cara me dio la respuesta.

Al principio no supimos si era macho o hembra, ¿qué sería aquello tan respingón que tenía entre las patas? (Estos niños de ciudad...). Era hembra. Pronto se hizo la dueña de la casa, y la dueña de nuestros corazones. Pero no puedo obviar lo que significará tal encierro para mi pobre perrita, que al fin y al cabo es un ser vivo, libre por naturaleza, como todos.
Pronto llegaron los embarazos psicológicos. Como no veía su instinto maternal satisfecho, le daba por adoptar a su pelota como hijito. A ratos la cogía con sumo cuidado con el hocico para llevarla a su camita y llorar desconsolada mirándola, a ratos le pegaba unos porrazos para jugar, que la hubiera matado de haber sido un perro pelota de verdad. Por no hablar de la “saliera”, claro. Pierna que veía, pierna que se quería beneficiar. Ahora la verdad es que ni ganas de eso tiene. Su vida se ha vuelto como la de muchas marujas, tardes de aburrimiento viendo el programa de Ana Rosa.

-¿Y que?- Me dicen muchos. -Ya quisiera yo esa vida para mi, todo el día durmiendo, comida gratis, caricias y mimos por doquier-
Incluso algunos tienen la osadía de decir que ellos son muy felices, que les encanta vivir así… ¡Já! (corte de manga incluido), ¡¡lo que tienen los pobres es un síndrome de Estocolmo como la copa de un pino!!

De todos modos está claro que a los pobres perros no les hemos dejado otra opción que vivir adoptados en nuestras casas, porque sino su destino sería vivir enjaulados en la perrera a la espera de la muerte. Sí, como en la prisión de Guantánamo.
Así que si decidimos adoptar a uno, hay que ser responsable y cuidarlo con cariño, para siempre, que no son un juguete.

Hago desde aquí una llamada a la sensatez.
Si tienes un lindo canario que te alegra las mañanas con su gracioso trinar, o un loro parlanchín. Si tienes una exótica iguana, o serpientes. Si tienes peces de colores, tortuguitas de agua o hamsters. Si tienes ardillas, hurones, o perros de la nieve, etc.
¿De verdad crees que vivir en una jaula, un terrario, una pecera o un hábitat que no es el suyo, es lo mejor para tus queridos animales? ¿de verdad crees que así son felices?

Si contestas que sí, vete a tomar por saco, ¡¡bruto insensible!!
Si por lo menos te he hecho pensar un poco…, por favor, no sigas haciendo tales burradas.
El tráfico y comercio de animales es casi tan horroroso como el tráfico de personas, no contribuyamos a ello, ni ayudemos a los que se lucran con él.

 

 

 

 

 

 

 

 

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