Siendo yo una cándida e incipiente
adolescente se comentaba en el barrio que los que hacían la Formación profesional
eran los que no daban para más. Cuando pasábamos mi amiga Pili y yo por los
centros de mecánica a la vuelta del colegio, aquellos chicos tan brutos,
sudorosos, llenos de grasa, me llamaban poderosamente la atención.
-Pues parecen normales. Y algunos están
pa mojar pan. Qué lastima que estén tan limitados...-
A los pocos años empecé a escuchar
también que ir a la
Universidad no servía absolutamente para nada. Así que, como
no se ponían de acuerdo, me quedé repitiendo 2º de BUP eternamente hasta tener
claro qué era lo que tenía que hacer. Deberían haber sacado algún título de
especialización en el instituto, estoy segura de que me hubieran nombrado
coordinadora como mínimo, sobretodo en el área del bar.
Así empezaron las dudas sobre lo que
hacer con mi vida, con las que estuve dos o tres años más, por si mientras se
me ocurría algo brillante. Pero llegué a la más típica, vulgar y necesaria
idea: ganar dinero. Se me podía haber ocurrido meterme a puta, pero no....pensé
en ganarme "decentemente" las habichuelas siendo terriblemente
explotada en bares, restaurantes, cafeterías, pubs, y hambuergueserías varias.
Aguantando capullos, pijos con cara de asco, jipijos con cara de falsa empatía,
salidos, borrachos, y una variada jungla de almas solitarias y autodestructivas
que casi acaban por volverme mas loca de lo que ya estaba.
Un día tuve una gran revelación. La pija
de turno miraba con desdén desde debajo de su enorme flequillo de medio lado
los menús de hamburguesas light. Mientras le susurraba al novio lo que quería
comer, para que él (que era el encargado de hablar en lugares públicos) me lo
tradujera a mi, yo estaba ensimismada intentando descifrar qué era aquel
extraño reflejo en el desmesurado collar de bolas plateadas de la pija.
Como Mia Farrow en "La semilla del
diablo", cuando se sorprendía al verse reflectada en una tostadora
devorando carne cruda, comprobé horrorizada cómo el reflejo abombado de aquella
chica más quemada que la moto un hipie, con la gorra y la pajarita haciendo
juego con semejante patetismo, era yo.
Esta vez no me hicieron falta 5 o 6 seis
años, en un solo instante tuve mi segunda gran idea: estudiar en la Universidad.
El primer curso estaba motivadísma. Allí
que iba cada día a las ocho de la madrugada con mis mejores galas, y hasta el
rabillo del ojo pintado, para escuchar emocionada al profe de historia del
mundo actual. Por fin me iba a enterar de cómo estaba la cosa, lástima que sus
exposiciones se estancaron en los 80, como mi vecino de abajo.
Pronto comprendí que la palabra lisensiada
solo tenía caché en los culebrones, que las demás asignaturas eran
terriblemente insoportables, y que la universidad era el negocio del siglo,
además de una de esas empresas donde hay que chuparle el culo (u otra cosa) a los
superiores para conseguir algo.
Si, muchos andamos un poco perdidos, sin
saber lo que queremos, o lo que hacer aunque no queramos, y mas agobiados que
Tamara Presley en un desguace.
¿Montamos un mundo alternativo?