viernes, 18 de diciembre de 2009

Dulce Navidad


Otra vez la Navidad. Otra vez a gastar y gastar en regalos absurdos, cenas con los del spining, con los de la facultad, los del curro, los primos de Cuenca, los amigos del barrio, los de la infancia... qué coñazo. Aunque yo tengo una gran suerte, porque ni voy a spining, ni tengo curro, ni primos, ni amigos en el barrio, y menos de la infancia. Eso si, de la facultad no me puedo librar.

El otro día una de mis profesoras nos instó a llevar a clase patatas, refrescos, polvorones y alguna pandereta; los villancicos los pondría ella. Yo, que -aunque apenas se note- le llevo 10 años a mis compañeros y encima no hablo con ellos más que para pedir apuntes que nunca consigo, no estaba muy convencida de la convocatoria. Pero aún asi, para que luego no me llamen antisocial, preparé una empanada el día antes para unirme a la alegría del populacho.

Al despertar me decía todo el rato "tienes que ir, tienes que ir", "no te quejes tanto y ve". Al final, como era de esperar, acabé sentada en un banco que encontré por el camino hacia la facultad. Estuvo bien, nos comimos la empanada entre un perro callejero, dos viejecicos y yo. La verdad es que los perros y los viejecicos suelen gustarme infinitamente más que los jóvenes de mi facultad, parecen más agradecidos, no me miran raro por no ir a la moda o disfrazada de alguna tribu urbana, y encima me dan conversación.

Eso me hizo darme cuenta de que no es que yo no sea sociable, ni incapaz de dejarme invadir por el espíritu navideño. Lo único que pasa es que me siento más cómoda en situaciones surgidas de forma natural, y no entiendo eso de tener que pasarlo bien por pantalones con gente con la que realmente no tienes ganas de estar -aunque sean tus compañeros o tus familiares-.

En mi casa al menos la cosa suele tornarse un poco deprimente estas buenas y viejas noches. Mi madre se pone de los nervios de tanta cocina y es mejor ni mirarla porque muerde. Mis hermanos sólo aparecen para comer estilo Simpsons y desaparecer por arte de magia. Yo me agarro a la botella de champán para subirme el ánimo e imaginarme que lo estoy pasando que te cagas, mientras intento no votimar de ver tanta comida junta de la que estoy empachada desde noviembre.

Luego toca sentarme frente a mi adorada tele junto a mi madre la histérica y su hermana la borde, que normalmente se llevan a matar pero ese día hacen esfuerzos sobre humanos para sacar la sonrisa navideña y que no se les note el asco que se tienen. En esos días hasta el mensaje del rey es recibido como un soplo de aire fresco en mi salón, al menos durante esos minutos no tenemos que dirigirnos la palabra. En la calle se escuchan petardos, risas, taconeos, teléfonos, timbres por las visitas..., pero a mi casa sólo vienen los de siempre: Raphael, Georgie Dann y Ramón García.

Es entonces cuando llega la hora de irme a la cocina a fregar la vajilla -la buena-, que con eso de que es Navidad mi madre decide usarla enterita. Todas las jarritas, salseras, bandejas, platos llanos, hondos y de postre, y copas para agua, vino y champán, para que se note que tenemos los juegos completos. Pero no me quejo, el fregoteo dura incluso más que el discurso del Rey, y para entonces sólo me resta tragarme dos o tres temazos navideños antes de irme a dormir.

Es todo tan raro, a mi con quien realmente me gustaría estar es con mi chico, pero a él también le hacen chantaje emocional para estar con una familia con la que no le apetece cenar. Támbién me gustaría cenar con dos buenos amigos que estarán solos porque no tienen familia ni amigos con los que estar. O con aquellos viejecicos tan simpáticos del banco y la empanada, o los perros callejeros de mi barrio. Si por mi fuera llenaría mi casa de gente que de verdad tuviera ganas de estar, y realmente supiera disfrutar de una comida especial, hasta montar una cena alternativa surrealista, como Buñuel en Viridiana, que por lo menos estaban animaos...

Pero la vida es así, y la Navidad también, y creo que acabaré como siempre, inflandome de turrón de chocolate porque ya se ha acabado el champán, estoy ciega, y necesito sentir de una puta vez eso que dicen de la dulce Navidad.

lunes, 30 de noviembre de 2009

El endurecimiento de la vida






La ilusión de mi vida ha sido siempre irme a vivir al campo. Plantar tomates y patatas, tener un manzano, gallinas y cabras, llevar un pañuelo ochentero en el pelo mientras hago queso como el abuelo de Heidi...

Mi excusa para no hacerlo era, sobre todo, la falta de compañía. Y soñaba con encontrarme el día menos pensado con un idealista compañero que pensase que ser asalariado e hipotecado es malo para la salud, quisiese vivir en el campo conmigo, se negara a usar productos químicos, y tocara la guitarra a la luz de la candela.

Mi nuevo chico me dió la sorpresa el otro día cuando me contó que había intentando opositar a Agente forestal, pues su ilusión era estar lo más cerca posible de la naturaleza. Al rato ya estabamos planeando nuestro futuro hipie:

"Comeremos espaguetis y arroz ¡que son muy baratos!, plantaremos verduras, y haremos algún trueque con huevos y algunas habilidades. Tú ofrecerás clases de guitarra o conciertos en los pueblos cercanos, y yo seguiré intentando que mis decoupages y colgantes de fimo no parezcan tan cutres, mientras termino el libro de fantasía que empecé hace dos años -del que sólo llevo dos folios- con el que pretendo forrarme como la de Harry Potter. Además, nos vamos a adaptar genial a la vida de hipie... los dos somos ya unos horteros, y no nos gustan las discotecas ni las tecnologías. Además, siendo alérgicos a las hipotecas, es la única forma que nos queda de poder vivir juntitos y tener hipitos..."

Cuando volví a casa me dí mi ducha caliente nocturna con aromaterapia, me pasé la epilady, y me eché mis mascarillas del pelo y el cutis mientras me hacía la manicura francesa y pensaba en lo calentita que iba a dormir en mi edredón de plumas ahora que ha llegado el frío. Empecé a recordar todo lo que me gustaba el campo de pequeña, cuando fui a la finca de unos amigos y comí manzanas del árbol, fresas de una especie rara que crecen del suelo, telas de ¡hostia arañas! Recordé un trauma que creía olvidado, de un campamento de verano de 15 días en el que provocaba el estreñimiento con tal de no cagar en aquel boquete en el suelo, y no me duché ni una sola vez porque en las duchas había añaras patudas.

"Hola, amorcito, perdona que te llame a estas horas, espero no haberte despertado...¿tu crees que en el campo ese que vamos habrá muchos bichos? Es que se me había olvidado decirte que me dan mucho asco...Además, he pensado que si ya no dejan ni acampar... ¿tendremos que pedir una hipoteca campestre? ¿Y si luego nos echan abajo la casucha los técnicos del Ayuntamiento por no sobornarles? ¿Y si nadie nos compra los huevos, o sale una gripe gallinar? Además, yo tengo que ducharme por lo menos dos veces al día con agua caliente para ser persona...¿eh?, y ¿donde voy a enchufar mi epilady? Y otra cosa, después de ver tantos crímenes en la tele no pienso vivir allí a menos que pongamos una valla electrificada... Jo, cari, ¿y me acordaré por las noches de La Bruja de Blair?"

Ahora empiezo a pensar que quizá el precio por tener la vida con la que siempre he soñado sea demasiado alto. Echaría demasiado de menos mi edredón de plumitas, mi cuarto de baño de mármol, mis potingues, la pelu, El Diario de Patricia, mi blog...

¿Nadie me dona una finca con granja, chalet y piscina para poder vivir de una vez con mi cari? Qué dura se me hace la vida...


 

 

martes, 24 de noviembre de 2009

Cuanto más conozco a la gente más quiero a mi tele




Mi experimento sociológico-televisivo de la semana pasada me ha tocado el punto ambiguo como hace tiempo no me pasaba: estoy enganchada a Crímenes Imperfectos . Tanto decir que no iba a encender la tele nunca más y ahora hasta falto a algunas clases solo por ver el programa mañanero.

Ahora, cuando me despierto, la tele de mi cuarto parece mirarme y decirme "encieeendemeee, encieeendemeee". Cuando voy a la cocina a desayunar hay otra tele que también me dice "veengaaa, sólo mientras te comes lo cereaaaleess..." Y claro, después de tanta insistencia, en el salón -donde se ubica La Tele- me quedan nulas resistencias a las catódicas influencias que desprenden sus 40 pulgadas de plasma. Es lo que tiene la sociedad del bienestar, que teniendo teles en cada habitación no podemos huir de ellas.

En estas mañanas de crímenes me he terminado de dar cuenta de lo malos que somos los homínidos, egoístas a más no poder, capaces de matar por un poco de dinero, de poder o de rabia. Hijos que matan a sus padres para quedarse con la herencia antes de tiempo, personas que matan a su cónyuge para cobrar el seguro de vida, o para irse con tranquilidad con su amante. Chalados que no soportan la humillación de ser rechazados, o simplemente individuos que quieren experimentar lo que se siente al matar. Si a pequeña escala, en nuestra pareja, familia, edificio, barrio o pueblo, no somos capaces de tener la suficiente empatía y vivir en armonía y justicia, ¿qué se puede esperar entonces a nivel mundial de los políticos, empresarios, organizaciones y relaciones internacionales, etc.? Así va el mundo...

Amén de que la mayoría de los conflictivos puedan tener algún tipo de trastorno psicológico, desde luego esas facetas forman parte de la naturaleza humana, y lo peor es que cada vez están más camufladas bajo pretendidos comportamientos pragmáticos. Yo, mientras, sigo deprimiéndome por ver lo complicado que es esto de convivir en sociedad. Cada vez estoy mas acojonada de la de gente que hay suelta, y me gusta más quedarme en casa calentita, a salvo, viendo la tele. Además, es que siempre acabo decepcionada de mis semejantes y del mundo por las más nimias tonterías.

Esta tarde mismamente he tenido una discusión con mi amiga que ha sido reveladora. Me decía que soy rara, y el argumento es que me llevo bien con todos mis ex. Ella es una buena persona, inteligente, con estudios, con empatía... pero dice que si cortara algún día con su pareja no querría saber nada más de ella. Desde luego no permitiría que su pareja mantuviera una relación de amistad con sus exs, y prevé que tendré problemas con mi nuevo chico -celosillo que me ha salido- porque hasta ahora he tenido demasiada suerte.

Yo, como digo, soy muy amiga de todos mis ex, y no pienso cambiar eso porque además estoy orgullosísima. De hecho es que no concibo que sea de otra manera. ¿Cómo se puede dejar de querer a alguien sólo porque ha acabado la relación de pareja? En mi caso siempre ha quedado el cariño, el respeto, la confianza, y eso a lo que tanto miedo tenemos que se llama amor, y que no es más que relacionarnos de forma sana y cómplice con nuestros semejantes.

Pero no, se supone que soy rara. Quizá lo normal sea dejar de hablar a tu pareja porque se fue con otra más guapa, poner denuncias falsas de malos tratos para quedarte con la casa, sacar dinero al cónyuge hasta dejarlo en la calle, poner a los niños en contra, meter cizaña con la familia, o simplemente dejar de interesarte por esa persona porque ya no te ofrece ni sexo, ni cenas, ni exclusividad.

No entiendo nada, de verdad que no entiendo nada. Me voy a ver la tele.

 

viernes, 20 de noviembre de 2009

La caja ¿tonta?


 
 

Hace muchísimo tiempo que -excepto los dibujitos- no veo la tele. Normalmente prefiero ahogar mi vacío existencial en los libros, el youtube, o escribiendo tonterías como ésta. Además, es que cada vez que la enciendo me cabreo sobremanera.

Antes intentaba ver el telediario por lo menos, pero desde que lo copa el fútbol, las promociones y las informaciones globalizadas o insufladas desde nuestros queridos políticos de pacotilla, prefiero poner los Simpsons que son mucho más críticos.

Lo que más me molesta es el escandalo que forman los programas de cotilleo -que mi señora madre tiene puestos desde que se levanta hasta que se acuesta- . ¿Por qué se empeñan en gritar y discutir como si les fuera la vida en ello?. Menuda forma de inculcarnos el mal rollo y la falta de escrúpulos, respeto y compañerismo. Y lo peor es que, con la de temas importantes que habría que tratar y debatir en los Medios, lo único que sabemos es a cuantas se lleva folladas el hijo de la Pantoja o quién ha sido expulsado del Gran Hermano XXIII. Qué miedo, parece que la tele lanza ondas subliminales para dejarnos atontados. Y claro, como atontando se está tan bien...

Esta mañana, entre el nublado y la modorra, me sentía como cuando de chica fingía estar enferma para quedarme en casa viendo Vacaciones en el mar. Mando en mano, y debajo de mi super edredón de plumas, he rememorado los viejos tiempos de amistad con la pantalla.

He estado viendo ensimismada un programa sobre crímenes resueltos; esos en los que recrean los asesinatos, salen entrevistas a los familiares, condenan a un culpable y al final resulta que era otro. Qué chulo estaba...

En los intermedios me he enterado de que la baba de caracol se ha pasado ya de moda, y que ahora venden una crema con veneno de culebra para dejarte el cutis como el culito de un bebé.
Por cierto, han sacado unas toallitas para éstos últimos con muuucha mas celulosa que hacen a tu niño ser el mas guay de la escalera.

En un programa mañanero una compungida presentadora, tras el relato de una madre angustiada por la alarmante desaparición de su hijo en aguas malagueñas, sonreía eúforica para mejor hablar de cómo hay que vestir para ser pijo. Ana Rosa metía en el mismo espacio al Alakrana y al transexual de este año del Gran Hermano, y Susana Griso le ponía morritos a un médico invitado que promovía la dieta de proteínas para perder peso.

Por lo visto ya no se usa la soja sólo para cagar mejor o la menopausia, ahora la incluyen también en la leche, los cereales, los snacks y los bollos de crema, que para eso está la fibra tan de moda. Hay un programa donde unas cuantas gachís se pelean por un macarra delante de toda España, y siguen organizándose caravanas de mujeres para granjeros con ganas de hembras gratis, que la crisis ya no da ni pal puticlub. Y si se acaban casando, el mejor regalo sería un reloj de diamantes que se puede pagar a cómodos plazos durante 10 o 15 años.

Ahora me pregunto, si yo -que soy una víctima más de la generación del desencanto, el contrato basura y un pésimo sistema educativo- en sólo dos horas de tele me he podido percatar de lo mal que está el mundo...¿de verdad la gente la ve tan tranquila todos los días sin darse cuenta de nada?

Qué asco de sociedad, me averguenzo de formar parte de un sistema en el que sólo importa estar flaco, terso, moderno, entretenido y bien cagado. Una sociedad donde los ciudadanos, con tal de satisfacer necesidades ilusorias promovidas por los Medios, no les importa que se hagan barbaridades. Una sociedad de tontos, donde sólo nos informan de los hechos desagradables cuando hay morbo de por medio y/o levante el suficiente setimiento de culpa en los ciudadanos para que las ONGs sigan chupando del bote.

Por culpa de las plantaciones de soja y la celulosa de las toallitas se destruyen miles de hectáreas de selva y se dejan sin tierra a cientos de familias indígenas. Nuestra ropita nueva y los regalitos del todo a cien los hacen millones de esclavos o semi-esclavos en países como India o China. Se matan a miles de animales para que luego puedas tener en casa un chulo bichejo exótico, o puedas untarte una de esas cremas absurdamente milagrosas. El exceso de proteínas es malo, la dieta ideal es la equilibrada, y no es precisamente bueno tomar alimentos manipulados para estar sano.

Tener a tías sumisas y apocadas luchando por un macarra no es la manera de combatir contra la violencia machista, y un diamante -además de ser para siempre- lleva detrás miles de muertos, esclavos y mafias para extraerlos y comerciar con ellos.

La ley de la oferta y la demanda es la causante de casi todos los problemas del mundo. Y no nos engañemos, nosotros somos los demandantes. Nosotros somos los que reclamamos el morbo, los que reclamamos y consumimos los servicios que nos ofrecen.

Yo, desde luego, no pienso encender la tele a no ser que echen Doraemon, Los Simpsons, Aída o El Diario de Patricia. Y cuando quiera estar atontada pues seguiré plantando la María que necesite, que tampoco vale comprar drogas, ¿eh?

jueves, 12 de noviembre de 2009

El roto de mi descosido

 



Siempre he tenido un poco-bastante mala suerte en el amor. Y no porque no haya encontrado pareja precisamente, sino porque todas mis relaciones han acabado por falta de eso mismo, de amor.

Como en cualquier relación social creo que el problema era el de siempre, la incompatibilidad de caracteres. Al principio es todo tan bonito...y tan nuevo. Nuevas ilusiones, nuevos besos, nuevas caricias, nuevo cosquilleo en la barriga...; vamos, nuevos polvos. Es lo que tiene la química, que nos engaña y manipula, ¿de qué iban a comprar las adolescentes los discos de Fran Perea sino por culpa de las hormonas?

Mi primera relación se rompió porque le gustaban demasiado los principios, y después de 4 años... como que pegaba más un final. La segunda se rompió porque le gustaban demasiado los sábados de copas; y los viernes, y los jueves, y los domingos... La tercera fue por culpa de la play; y mira que intenté aprender a jugar al proEvolution para que tuviéramos algo más en común que la palabra cari, pero no hubo manera. Desde entonces siento una especie de resignación a quedarme sola para siempre, o a ingresar de verdad como Benedictina.

Sinceramente me parecía imposible conocer a alguien con quien entenderme como espero. Peeero me he vuelto a emparejar. Llevo un tiempo saliendo con un chico, pero me da miedo pensarlo, escribirlo, decirlo o que se me note demasiado, por si la cago de nuevo. Tenía una amiga que estaba deprimida porque nunca tenía con quien ir a las bodas; siempre le preguntaban que cuando se echaría novio. Yo, en cambio, temo que me inviten a una por si me dicen eso de ¿éste tampoco?

Pero esta vez parece diferente. Creo que he encontrado a mi media naranja. Siempre he pensado que el amor es cosa de ir probando gajos, y gajos, hasta que se acabe la naranja entera. Que es una putada para el planeta seguir trayendo nuevas personas al mundo. Que para no contribuir con esta barbarie contra la dignidad y la libertad jamás hay que tener nada que ver con bancos, euribors e hipotecas. También estaba convencida de que no existiría sobre la tierra alguien del sexo opuesto, guapo, inteligente, sensible, con sentido del humor, que no le gustara el fútbol ni la play, ni salir de copas, que fuera parecido a mí, que le gustaran también los enmedios, que fuera dulce, cariñoso, divertido, y que encima yo le gustase con tooodos mis defectos.

Estoy preocupadísima. Desde que conocí a esa persona ideal no hago más que pensar en hipotecas, bebés, vecinas y pucheros. He ido a comprarme ropa ya tres veces. Hasta me entra cosilla cuando veo las fotos de boda en las tiendas de fotografía, con la grima que me han dado siempre... y el otro día me tragué el video de boda de su tía que duraba ¡dos horas!. Cuando veo un bebé me lo imagino con su cara, y babeo con esos zapatos tan pequeñitos. ¿Qué me pasará? ¿serán las hormonas de los 30? ¿los polvos nuevos? ¿qué coño es ese repelús que me sube por los codos y me pone cara de tonta? ¿el amor se siente en los codos? ¿Por qué me cuesta tanto ser yo la que cuelga el teléfono? Estoy enferma, no cabe duda: me he enamorao.

¿Pero cómo no iba a hacerlo? Los viernes los pasamos viendo pelis o leyendo juntos poesías. Nos abrazamos. Los sábados vamos de excursión, o a hacer fotos. Nos amamos. Por las mañanas vemos los dibujitos. Hacemos comidas ricas. Paseamos. Desbaratamos el mundo para volverlo a arreglar. Conversamos. Le interesan mis cosas, me interesan las suyas. Compartimos, aprendemos. Echamos polvos. A veces no los echamos. Sus defectos me parecen maravillas, los míos lo enamoran. Se pasa ratazos haciéndome cosquillitas, y encima le parezco la chica más guapa del mundo.

A los dos nos consideran -sigo sin saber por qué- raros; a los dos nos decían que teníamos complicado encontrar alguien afín. Pero mi querido refranero popular vuelve a ganar la batalla: siempre hay un roto para un descosido.

p.d: Te quiero de aquí a Potes a la pata coja con un chino en el zapato bordeando por to el Camino de Santiago en pleno Agosto, niño
(Es que también lee mi blog... Eso sí que es amor)

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Volver a nacer





Me siento tan ligera como las de los anuncios del Kellog Special K después de su plan quincenal para acercarse un poco más a la anorexia, y eso que me acabo de zampar un bocata mortadela... No es porque haya superado un caso de estreñimiento agudo, tampoco es que me haya apuntado al gimnasio, ni siquiera a un curso de meditación levitadizadora. Nada de eso. Vengo del banco, de cancelar mi cuenta.

Los cajeros -los amaestrados, no los automáticos- no se lo podían creer:

-¿Cómo te vas a quedar sin tarjeta de crédito? Eso es que tienes una cuenta en otro sitio, ¿no? Anda mujer, y por qué no borras la otra y sigues con nosotros, que nos tienes tan cerquita...

- Que va, que va, quiero cerrarla. Porfavor, denme los 27 euros que me quedan, y la cierran.

-¿Has tenido algún problema con nosotros?

-Si me hablais como representantes de una institución financiera creo que la respuesta sería demasiado larga y maleducada. Dejemoslo en que no tengo liquidez, ni ingresos, ni perspectivas de tenerlos.

-Vaya, lo sentimos. Esperamos que las cosas vayan mejor, y que cuente con nosotros de nuevo en ese caso.

-Si, me imagino que contar con ustedes ahora sería un poco ingenuo...Pero no se preocupen, de verdad. ¡Si estoy mejor que nunca!

Las miradas de los que hacían cola detrás de mí se clavaron en mi nuca, y al volverme pude notar cómo me miraban de arriba a abajo. Casi igual que mis compañeros de la Universidad, por seguir llevando rayas y pantalones anchos ahora que se han puesto de moda los cuadros y los leguins.

Mientras contemplaba la escena de unas tijeras enormes acercándose a mi extarjeta de crédito me empecé a sentir como cuando el protagonista de Un hombre sin pasado emprendía una nueva vida como persona indocumentada. Libre y felizmente indocumentada. Casi le propongo al cajero que siguiera con la matanza de mi DNI, pero no era plan porque a la policía le tengo casi más miedo que a los bancos.

Y así salí de la entidad: con la sensación de haberle pegado una patada en el culo a las comisiones, a los euribors, al capitalismo, al liberalismo, y sobretodo al usurismo y al sinsentido timo de la economía globalizada. Parada y sin un puto duro, sí, pero triunfante. Y ligera.

Era lo único que me faltaba para volver a ser persona después de haber cancelado semanas antes la cuenta del móvil. Por fin dejaba de ser un número más en la lista de los adoctrinados ciudadanos de la sociedad del bienestar. Volvía a sentirme yo, una persona con cara, uñas, pelo, culo, sentimientos, historia vital. Yo, la vecina del cuarto, la de las perras, la hortera que lleva la misma ropa desde hace tres o cuatro años.

 

Desde luego, después de dejar de tener móvil y banco, me siento casi como recién nacida. Vuelvo a esconder mis ahorrillos dentro de algún libro, en este caso uno de Ernesto Sabato que viene al pelo, La Resistencia. Vuelvo a ejercer la picaresca de sisar en la compra y hacer chapuzas y curros buscavidas cobrados en negro. Vuelvo a charlar con la gente bajo la luz de una farola con un paquete de pipas, en vez de por el móvil o el messenger. Y desde luego sí que voy mas ligera, y no sólo porque me haya quitado peso del bolso, sino porque ahora ya ni tendré por qué llevarlo.

PELÍCULA "CONCURSANTE" (MUY ENTRETENIDA, ORIGINAL E ILUSTRATIVA):

lunes, 5 de octubre de 2009

Enredados






Desde hace unos años vengo escuchando por donde quiera que voy eso de:

-Pero tía, ¿como no vas a tener el tuenti?-
-¡¿En serio no tenés Hi5?!-
-Es que si no tienes cuenta de facebook ¿como vamos a hablar?-
-Si no estás en una red social es como si no existieras-




-Umm, quizá por eso tenga tan poca vida social..., ¡adaptarse o morir!- Pensé. Así que el otro día por fin me agregué a una de esas redes sociales, el facebook. Y es que las formas de sociabilizar y entender la amistad han cambiado desde hace mucho. Los tiempos de Verano Azul de paseos bajo el sol, excursiones y amistades desinteresadas y entregadas entre personas de diferente índole ya pasaron, tenía que asumirlo de una vez.

Siempre me había dado reparo inscribirme en una cosa de esas, por eso de las cookies, la publicidad subliminal, los voyeurs informáticos o los chalados. Pero pensé que quizá los textos de Orwell y Huxley me habían rallado más de la cuenta, y ya estaba harta de sentirme fuera de lugar o pasada de moda. Quería probar a ser como los demás, tener ochocientos conocidos, hablar con todo el mundo, recibir comentarios, hacer quedadas, algún botellón, incluso mandar y recibir toques y sms, a ver lo que se sentía.

Cuando entré en la página no podía creerlo ¡estaban casi todas mis amigas de antes!: las que desaparecieron por echarse novio, las que desaperecieron por echarse otras amigas, las que desaparecieron porque no las acompañaba de marcha, las que desaparecieron porque no las acompañaba de compras, las que desaparecieron porque no las acompañaba a hacerse la cera...

Yo pensando que se las habría tragado la tierra, que las habría raptado algún grupo organizado de trata de blancas o de tráfico de órganos, y ahí estaban todas tan sonrientes en sus fotos de perfil del facebook. ¡Si encontré hasta a la pija de las vacaciones y a la que montó un negocio a mi costa! Estaba tan emocionada de tanto encuentro que, en vez de limitarme a cotillear a sus agregados empecé a sentirme cual jubilado melancólico de vuelta al pueblo. Así, poseída por el espíritu de fresita, me puse a escribirles mensajes a algunas de ellas, las cuales me contestaron diciendome despues de 15 o 20 años que a ver cuando quedábamos para un café o salir de marcha.

Para no parecer borde y salir del anonimato social de una buena vez decidí sugestionarme (-la rara soy yo, la rara soy yo, la rara soy yo-), me armé de valor y estrógenos y acepté sus invitaciones de amistad en la susodicha página. Entonces me di cuenta realmente de lo sola que estoy en este mundo cruel. La gente tiene de media unos 70 o 100 amigos, qué barbaridad, ¡si yo solo tengo tres!. Era casi mas humillante que lo del móvil, que lleno con los teléfonos de amigos con los que hace años que no hablo, del dentista, del ambulatorio, de la que me hace la cera, etc. por si algún día me lo roban no quedar demasiado mal.

Así que me puse a agregar yo también a todos mis ex conocidos, ex compañeros de curro, ex compañeros del instituto, ex compañeros del colegio, ex compañeros de parbulitos... Algunos me escribieron diciendo no recordar mi nombre, pero yo, excusandome en no saber utilizar la página, les dije que se me habia olvidado mandarles el privado de rigor. A pesar de la vergüenza al menos pude juntar 20 "amigos" para no quedar demasiado mal con el resto de la humanidad.

Todos tenían colgadas millones de fotos suyas ("Mi novio y yo en la feria", "la feria, yo y mi novio", "yo y mis amigas en la discoteca", "yo de marcha", "yo de marcha con mi novio"...). Y no veas que susto, pasando sin querer el ratón por encima de las fotos ¡salía el nombre de las personas que las acompañaban!. Yo lo sabía, joder, que fuerte, nos tienen a todos fichados. Si pulsabas sobre uno de ellos te enlazaba a su página, y podías ver a sus otros 100 amigos, y así enlazar a decenas, cientos, miles y millones de perfiles sonrientes. Qué miedo dan las páginas esas.

Además, ¿para que sirven esos sitios ademas de colgar fotos de marcha o poniendo caritas? Alli nadie decía nada profundo, interesante o mínimamente amistoso. Yo solo ví juegos para saber tu personalidad o para saber a qué postre o famosa te pareces, y frases escritas no sé si para fardar, fantasear, llamar la atención, o que algún alma caritativa les haga un poco de caso:

-he sacado las mejores notas de toda la clase (No molestar)-
-coordinadora del dpto de gestión pública de la Comunidad de Madrid. Esa soy yo-
-no sé qué cenar esta noche-
-menudo cebollón pillamos ayer-

En fin, después de saber que soy una tarta de manzana y que mi media naranja es Javier Bardem prefiero seguir viviendo a la sombra del anonimato. Una vez más me doy cuenta de que ya no pertenezco a estos tiempos y a estas formas de relacionarse. Y total, yo nunca salgo de marcha, y en vez de hacerme las fotos a mi misma prefiero hacerselas a los paisajes o las situaciones insólitas. Además, para llamar la atención y escribir frases para fardar, fantasear, llamar la atención, o que algún alma caritativa me haga un poco de caso... pues ya tengo este blog.

Para quitarme el mal rato y volver a ser yo misma me puse a ver algunos capítulos de Verano Azul en youtube y, como vivo cerca de donde se rodó, me llegué un rato a reflexionar sobre todo esto mirando el barco de Chanquete. Junto al barco había tres o cuatro coches con el reguetón a tope mientras las niñatas meaban el botellón bajo la borda y los niñatos se hacían fotos del tipo "el santi, el migue, la coca y yo", seguramente para luego colgarlas en una red social.

Como no inventen rápido un teletransportador al pasado a mi me va a dar algo.

jueves, 1 de octubre de 2009

Dime de lo que presumes


Me gusta contar mis fracasos para que los demás aprendan de ellos, incluso me hace gracia confesar los defectos y ese punto antihéroe que todos tenemos, porque es lo que más nos une y humaniza. Por eso todavía no entiendo por qué les costará tanto a algunos confesar sus errores, debilidades o faltas, y pedir ayuda. Menudos gilipollas.

Nadie es perfecto, todos tenemos cosas buenas y menos buenas, y es precisamente esa imperfección lo que nos hace irresistiblemente particulares y atractivos. Pero parece que para ciertas personas relacionarse con los demás se convierte en la única oportunidad para inflar pantomímica, egocéntrica y absurdamente su flacucho ego.

Conozco gente que jamás ha pronunciado las palabras "no sé" o "¿qué significa?". Prefieren seguir el rollo aunque no entiendan lo que les dicen, cuando les preguntas por un tema que desconoces te contestan con un "si, bueno... es algo complejo...", y sobre los libros que no has leído te cuentan que tienen frases para la posteridad. En vez de aunarse a tu desconocimiento, aprovechan la situación para quedar por encima y sentirse superiores.

Otras veces prefieren joderse antes que pedir ayuda. Mi tía, por ejemplo, llevaba dos años sin ver una película en su nuevo dvd porque seguía sin recordar cómo se sintonizaba. Cuando le pregunté que por qué no había pedido ayuda de nuevo, me miró con cara de "ni de coña, una y no más, antes está mi orgullo que el cine".

Qué cosas más raras hace la gente. Si mienten descaradamente en las cosas mas insignificantes, no me quiero imaginar las películas que se montarán sobre sus vidas ante los demás. Lo malo es que estoy convencida de que, de tanto repetirlas, llegan a creerse sus propias fantasmadas.

Tengo una conocida que siempre consolaba con mala leche disfrazada de lástima a las camareras con carrera. "Hay que ver, licenciatura y master para acabar echando cañas, ¿eh?". Ella, en cambio, había hecho una ingeniería en solo dos años porque estaba chupao, y se la rifaban en los madriles para empezar cobrando 2000 euros. La parte de por qué acabó currando en la heladería de su barrio aún no la ha contado, claro.

Otra es maestra de educación infantil en un colegio, osea, se pasa el día cuidando cagones, cantando el corro de la patata y pintando con ceras de colores. En cambio ella se cree que es consejera del ministerio de interior, y que de su trabajo depende el futuro de nuestras sociedades. Si es que no hay nada como venderse bien y creerse alguien...

Hace tiempo curré en un Mcdonald varias vacaciones para pagarme la matrícula, y muchas veces iba gente que intentaba pagar sus propios complejos y frustraciones con nosotros.

-jo que rollo ¿no? tener que estar aqui mientras todos nos divertimos...-
-Qué vaaa, no te preocupes, de verdad, ¡si aquí estamos todos por vocación!-

-¡Me parece increíble que en una empresa norteamericana no se os exiga hablar inglés!-
-Le doy la razón, caballero, deberíamos ser bilingües, o polilingües mínimo; fíjese que antes hasta nos exigían hacer una especialización en comunicación oligofrénica, pero estamos ya tan acostumbrados que ni eso...-

Para eso los manifestantes jipijos guays que se ponían en la puerta a protestar y nos miraban de arriba abajo cuando entrábamos a currar:

-¡No a la explotación! ¡No al mercantilismo! ¡No a la comida basura! ¡No a la pérdida de costumbres populares! ¡No a los contratos temporales!

Y ya ves tú, esos no sabían ni lo que era un contrato, ni lo que era un gazpachuelo, ni donde tienen la cara, ni de qué estan hechos los sundays que se compraban luego pa los bajones de los porros.

Mi mejor amiga de pequeña -la pija- era un poquillo fea la pobre. La madre la apuntó a un curso de modelaje a ver si se le pegaba algo, y ella iba diciendo sin vergüenza ninguna por ahí que era modelo. -Si, ¿no?- le contestaban.

También están los que presumen de que tienen millones de amigos y son los mas guays de la ciudad, y luego te das cuenta de que están más solos que la una y lo único que tienen es una cuenta de facebook plagada de agregados que ni les saludan. O los que van por ahí alabando a todo el mundo y prodigando abrazos, besos y parentescos, solo para recibir algo de atención y sembrar el terreno para pedir favores.

¿y donde nos dejamos a los oscurillos y los masoquistas sentimentales? Se leen cuatro libros y escuchan cuatro grupos raros y se creen que han descubierto América con sus cuatro dudas existenciales. Parece que están por encima del bien y del mal, y del resto de los mortales. Les da asco los demás humanos, como si ellos fueran robots que no cagan ni se sacan mocos; y confunden la alegría y la sencillez con la falta de inteligencia o la osadía de la ignorancia.

Me imagino que mucha gente necesitará dar una imagen fuerte y ganadora que le ayude a subir su autoestima y aparentar ser algo. Otros son tan egocéntricos y están tan flipados que lo que necesitan es tener siempre una remesa nueva de amigos-admiradores nuevos a los que manipular y contar sus grandiosidades imaginadas.

Alguien me contó una anécdota. Una chica, estudiante de algún arte, no entendía por qué sus compañeros tenían tanto miedo y respeto a actuar frente al público. -¡Bah, pues yo no tengo ningun miedo!- . A lo que el profesor le contestó: -el día que tengas talento sabrás lo que es tener miedo-

Que empachera de gente tonta tengo, madre mía, más humildad es lo que hace falta. Que la vida es mas sencilla de lo que parece, y todos somos también mas iguales de lo que parecemos. Yo desde luego me quedo con mis críticas cinematográficas al estilo "no ve que chula, ehhh?", las tardes viendo el Diario de Patricia, las charlas con las vecinas, y grupos como Los mojinos escozíos.

martes, 29 de septiembre de 2009

Septiembre






Siempre me gustó este mes, el de la emoción de la vuelta al cole, y la segunda oportunidad para realizar -esta vez en serio- los buenos propósitos que nos juramos llevar a cabo en fin de año -aunque ya para lo que queda mejor esperarse un par de meses...-

 

Es la fecha de la melancolía por el verano que se apaga, y de los contrastes. Como el de mi tono blanco-transparente de estudiante jodida con el bronceado-luminoso de pija despreocupada a la vuelta a la facultad. O la indiferencia de los también melancólicos obreros hacia los chubasqueros, que sin embargo semanas atrás me gritaban sus -niñaaa, qué alegria de veranooo- porque no hay nada como enseñar un poquillo de muslo o pechuga para que la tengan en cuenta a una.

 

Lo mejor es que se acabaron muchísimas complicaciones. Como las verguenzas en el mercadona intentando camuflar mi parecido con Macario cuando bajaba a comprar de prisa y fresquita sin haberme pasado revista. Y sobretodo que deja de ser necesaria la búsqueda de estrategias para pasar desapercibida.

 

Y es que tras la primera prueba del biquini, y después de haber visto tantos anuncios de Kellogs special K, te das cuenta de que no eres como las demás y buscas algún plan de acción rápido y efectivo para encajar. El mío fue espiar en el mercadona a las buenorras para robarles sus secretos. Calabacín en carro las seguía por todo el súper hasta que la sección de barritas dietéticas me dió la clave, y un bronceador sin sol "que es el mejor aliado para los primeros días del verano, tía, y de Dove, para mujeres naturales como nosotras, tía".

 

Una vez en casa, despues de depilarme hasta el entresuelo, con cera hasta en las orejas, ya pensaba que la cosa quiza era más fácil de lo que pensaba. Lo malo fue al día siguiente, que me desperté con pinta de zanahoria sucia y un dolor de barriga que no veas de las catorce barritas que tuve que zamparme pa quitarme un poco el hambre.

 

Muy idealista como siempre, pensé...

 

-Bueno, ya está, mejor me voy a la playa, que es más sano, y encima puedo meditar sobre este arrebato superficial que me ha entrado observando el mar-


En el autobús, el olor a humanidad del añorado verano casi me hace desistir. Para colmo, al llegar a la playa comprobé que todo se complicaba. Tenía que buscar un buen sitio, que en resumidas cuentas se reducía a que no hubiera hombres jóvenes alrededor, y a ser posible tampoco mujeres. Los viejetes son mucho más agradecidos, dónde va a parar. Ya a estas alturas de la vida se conforman con mirar cualquier cosa, y porque una tenga un trasero exuberante no van a menospreciarte, si acaso pensarán que estás mejor alimentada.

 

Así que pensé poner mi toalla junto a un grupo de alegres ancianos, de los que uno, con una amabilidad pasmosa, me dedicó unas cariñosas palabras de bienvenida cuando me decidí a plantar la sombrilla a su lado:

 

-¡¡Estás rellenaaa, niñaaa!!-

-Joderrrrr, ¡¿tan dificil es pertenecer a este mundo?!-

 

Recogí mis cosas mosqueada con el puto viejo, pensando en cómo podría ponerme rápido suficientemente buena, y en el trabajito que cuesta implicarse en el arduo juego de las relaciones sociales y los días de playa. Por fin divisé mi sitio a lo lejos: una chica que parecía una ballena moribunda allí espatarrada me haría parecer Claudia Schiffer a su lado y sentirme como Rachel Welch saliendo del agua.


De vuelta a casa, con la piel chamuscada, el pelo tieso y el ánimo otra vez por el suelo, ideé un plan para sobrevivir al verano. No podía redimirme a las imposiciones de la moda ni a los cánones de belleza vigentes. La solución estaba dentro de mí, sin duda: tendría que pillarle el sitio a la gorda si quería ser una chica morenita y favorecida, y comer solo barritas desas. O esperar pacientemente a que llegara Septiembre...

 

Septiembre...siempre me gustó este mes.

 

 

martes, 22 de septiembre de 2009

Las primas


Que la gente pasa de sus amigos de un día pa otro en cuanto se emparienta es algo que ocurre desde tiempos ascentrales. Se ve que algunos no dan pa más, y que tienen tan poco amor dentro que se lo guardan todito para ellos mismos, y ni eso.
Obviamente no se trata de amistades sinceras. Como casi todas, son relaciones normalmente parasitarias, o en el mejor de los casos simbióticas, carentes de toda profundidad afectiva y respeto.

En otra de mis épocas solitarias, en las que al soplar las velas de la tarta pedía con los ojos y la boca cerrada tener una amiga de verdad, un día me salió una prima. Era hija de la mejor prima de mi madre, de pequeñas habíamos pasado unos días de verano juntas en el pueblo cantando canciones de Alex y Cristina, y 12 años después se presentaba en mi casa, sin avisar, con varias maletas.

Con el optimismo que me caracteriza pensé
-no es una amiga, pero una prima también me sirve...-

-Holaaaa primaaa, cuantos añosss, ¿¿como tu por aqui??-
-Pues nada, aprovechando que mis padres venían de visita, he aprovechado para pasar unos días-
-Esto...bueno, me imagino que tendrías ganas de conocer el lugar. Y dime, prima, para ir organizandome, ¿donde quieres que te lleve?

Yo pensaba que querría ver los museos y monumentos, ir a la playa, salir a tomar unas cañitas, retomar relaciones con su prima...

-Tú llévame a donde haya tíos con dinero-

Mal empezábamos. La dejé a solas mientras buscaba corriendo a sus padres para decirles con cualquier excusa que se la llevaran de vuelta, pero era demasiado tarde, ya me habían escaquetado a la niña.

-Pues como no te lleve de putas, jajaja-
-¿de putas?-
-Vamos, que tu lo que quieres es ir a ver yates y todo eso, ¿no?-
-Si,si. Quiero ir a Marbella, a ver si me ligo a algún famoso, o algún ricachón.
-Se nota que te gusta la tele ¿¿eh??-
-¿la tele?-
-Quieres que te quiten de trabajar, ¿no joía?-
-Si yo no trabajo..., no he trabajado nunca-

Cuanto más avanzaba la conversación, mas ganas de llorar me iban entrando. Odiaba a los perros, no soportoba El Chavo del ocho ni Doraemon, no sabía lo que era el sentido del humor, y era tan intelectual como Sofía Mazagatos.

Mi madre tuvo que sobornarme con 100 euros para que aguantara a la prima unos días y la sacara de paseo. Yo, que me había jurado no aguantar nunca más a ningún caradura, me tuve que tragar mi orgullo esperando que pasase pronto aquel suplicio, en nombre de las buenas relaciones familiares.

Los 100 euros se gastaron en un santiamén, seguramente porque mi pobre prima tenía tan mala memoria que siempre se acordaba de su cartera cuando estábamos ya de marcha: -ay, se me ha vuelto a olvidar en casa el monedero-. Cuando yo, como buena prima, le recordaba que echara la cartera en el bolso, siempre había nuevas excusas para no pagar: se metía en el cuarto de baño, se ponía a toser estrepitosamente para salir del local, se hacía la remolona admirando las tapas de ensaladilla rusa o los techos de las discotecas...

La primera vez que me la llevé con mis amigos parecía la Macu de la serie Aída. Allí estaba ella, recién salida del pueblo, bailando "restregón" con to dios, tocando paquetes por doquier, loca de contenta.

Como no quería regresarla preñá al pueblo, empecé a llevarla a pubs tranquilos de música más alternativa donde no pudiera restregarse tanto. Me equivoqué, los heavys aquellos estaban más salidos si cabe, y no sé cómo lo hizo, pero la tía sacrílega le sacaba el punto restregueo hasta al Nothing else matter.

A los tres días de la llegada de mi prima no quedaba ni un solo amigo en la ciudad que quisiese salir conmigo, porque cualquiera aguantaba a la petarda de mi prima. Asi que, tras sacarle otros 100 pavos a mi ya arruinada madre, lo que hacía era soltarla en las discotecas mientras yo, barra en mano, cultivaba mi mundo interior.

El día antes de irse me dice la tía
-anda, acompáñame al centro, que quiero comprarme un vestido de gitana-
-¿Hoy no se te va a olvidar la cartera verdad?-
-¿la cartera?-

Desde entonces paso de tener mas amigas, o mas primas, tengo pesadillas con Alex y Cristina, y sigo el refrán ese de

-cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro-

 

viernes, 11 de septiembre de 2009

El mal de ojo clínico. La refinitiva.




...
Para sobrevivir a tantas decepciones y a la soledad fraternal que se me avecinaba, me así con filosofía al sabio refranero popular, como de costumbre.

-Cría cuervos y te sacarán los ojos-
-No hay mal que por bien no venga-
-Mejor sola que mal acompañada-
-Anda y que se vayan tos al carajo-

Para aquel entonces mi novio ya se había espabilao de dejarlo solo con sus colegas todos los sábados por salir con mi pobre amiga, y terminó de espabilarse cuando pasé casi un mes fuera de mi casa para ver a mi otra amiga la pija.

Así que empecé a ser totalmente independiente, a hacer lo que me daba la gana, a no hacer nada por nadie, a mandar a la porra a to el que se ponía tonto, a pasar de todos los egoístas y aprovechados...,total, que me quedé mas sola que la una. Y estaba muy bien, me leía Cumbres Borrascosas de una sentá, o me tragaba El Conde de Montecristo en una tarde, pero bien, muy bien.

Un día conocí a un chico que me sacó de mi aburrida rutina y soledad. Nos enamoramos -o eso creía yo- porque compartíamos el gusto por la literatura, el cine, y tener a alguien a quien sobar. Vamos, como casi todo el mundo.

Al tiempo mi amor se había cansado de pasear conmigo siempre por los mismos sitios y de ver siempre el mismo careto, y empezó a amar a su play mucho más que a mí. Pronto habíamos engordado 5 kilos, y yo había pasado de leerme los libros de una sentá en mi casa a leermelos de una sentá en la suya, y de ver tres películas al día en mi casa a ver siete en la suya. Y sobarnos... vamos, como casi todo el mundo.

Poco a poco tambien había empezado a hacer otro nuevo amigo. Nos pasábamos las noches con el messenger y el youtube, canciones, anécdotas, millones de conversaciones. Ibamos al cine, veíamos pelis en su casa, nos pasábamos las noches escuchando música en la calle, nos leíamos libros juntos, compartíamos cosas especiales... Parecía un chico tan tan cabal, tan majo, tan comprensivo, tan educado, tan divertido, tan tan tan sincero... que de nuevo el refranero popular me hizo volver a la realidad:

-Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces-
-Te quiero mucho perrito, pero pan poquito-

Vamos, que el chaval resultó ser un psicópata.

A partir de ahi continuó la cosa más de lo que me hubiera gustado, ya hasta iba por la calle mirando hacia arriba para ver donde estaba la cámara oculta...
Menos mal que yo seguí a lo mío:

-Que te den, lo malo es que te gusta-
-A otra cosa, mariposa-

¿Continua? Si, pero... ese ya es otro cantar.

jueves, 10 de septiembre de 2009

El mal de ojo clínico. 2ª parte.





Como teníamos tantas ganas de vernos mi queridisisisima otra mejor amiga y yo, despues de tres años ya sin vernos, y sabiendo que era una forrada con chalet, clases de golf, papi ingeniero, veranos en londres y viajes por europa, acepté la invitación.

El día que llegué me recibió en el aeropuerto con su novio, del que por cierto no se separó ni un segundo en las tres semanas que pasé con ella, y con el que por cierto se peleaba una media de 30 veces al día. Fuimos a cenar los tres, y mientras discutían agitadamente en el coche porque el chico le había mirado las tetas a una rubia, yo estaba empezando a deprimirme porque nos dirigíamos a un sitio de quitar el hipo según ella. Osea, en mi argot, de llevar los guantes de goma y el fairy, o hacer un sinpa. Cuando llegó la hora de pagar el amable chico fue a invitarnos, pero mi queridisisisisima amiga decidió que mejor que cada uno se pagase lo suyo. Menos ella, claro, que siempre iba invitada por él.

Ya la primera noche allí me gasté la mitad del dinero que llevaba.

Al día siguiente ayudé a hacer la comida: un paquete de espaguetis empezado para ocho.

-¿seguro que esto solo? ...-
-claro, mujer...con eso hay de sobra-

Cuando el bol con la pasta llegó a mis manos aún quedaban seis personas por servirse, por lo que, con toda la pena del mundo, me eché 7 espaguetis contaos para acompañar a la esmirriada salchica frankfurt de mi plato. De postre: aire fresquito.

A la semana me había gastado la otra mitad del dinero que llevaba en comprarme algún que otro bollo o hamburguesa a escondidas mientras mi queridisisisima amiga discutía acaloradamente con su novio por haberle mirado las tetas a una de la tele. O en pedirme una pizza tras poner excusas pa no salir a cenar con ellos a probar comida d de autor.

A las dos semanas, ya sin capital, había perdido ya 4 kilos.

Por las noches había reunión familiar en torno a las antorchas de la piscina. La pija madre comunicaba a sus pijas hijas las pijas novedades de la semana.

-Niñas, papá está harto de echar horas extras y a mi me han vuelto a echar del bufete porque mi jefe no entiende que para mi el golf es lo primero. Haceros a la idea: somos pobres. A partir de ahora solo podremos ir a Mango una vez a la semana-

(Tensión en el ambiente, caras de asombro entrecortadas por algún suspiro, y el perro ahuyando de fondo)

-Pero mamá, ¡¡me prometiste que haríamos un viaje por Europa dos veces al áááññooo...!! ¡Y espero que esto no interfiera en mi segunda carrera y el master en oxford!

Antes de morirme del asco llamé a mi señora madre no pija:
-Omá, tienes que sacarme de aqui como sea. Tengo hammmmbreee, me aburro muuuchooo, no soporto a esta genteee, sácame de aquiiiii-
-Si hombre, ¡no te jode! Despues de gastarnos los ahorros en el viaje de la niña, ahora se quiere volver. Te esperas a que llegue el dia del vuelo, no querrás que te compre otro billete ¿no?-.

Cuando por fín llegó la hora de volver a casa, harta de tantas capulleces, aproveché mientras mi queridisisisima amiga discutía con su novio por haberme mirado las tetas para meter en mi maleta todos los libros que pude. Luego bajé a la super cocina, abrí el super frigorífico de dos puertas y máquina de hacer hielo, y me fui comiendo cual bulímica todos los yogures de tarro de cristal, mouses, y quesos caros que estaban en la zona de los reservados.

-¡Quze sze sjodamn!-

Cuando me despedí de mi queridisisisima amiga (deseando no volver a verla), volví la cabeza para decirle adiós desde el otro lado del detector de metales, pero se había girado para discutir con su novio, seguramente, por no mirarle sus nuevas tetas.

Continúa.

 

lunes, 31 de agosto de 2009

El mal de ojo clínico 1º parte

 





Creo que hay cosas que no terminé de aprender con tanto cambiar de escuela, o quizá fue que me perdí capítulos clave de Barrio Sésamo, porque hasta hace un par de días seguía bastante perdida en cuestiones elementales de convivencia y supervivencia: nadie es como parece, nada es lo que parece, y el rollo hipie pasó de moda hace 30 años.

Ya la etimología del término "persona", que alude a máscaras y personajes, nos tenía avisados desde hace tiempo de la doble cara y el cinismo humano, pero como tengo el google desde hace poco no me había enterao... La cosa es que tuvo que venir mi señora madre después de 30 años de existencia a decirme una verdad como un templo:

-es que tú te equivocas mucho con la gente, niña-
-¿Yoooo?- -¡¿yo equivocarme con la gente?!-

Una de mis dos mejores amigas me dio la primera lección: los sábados me ponía carita de pena porque se cortaba las venas antes que quedarse sin salir, la pobre; así que yo, como buena amiga, dejaba a mi chico de lado para irnos por ahi a bailar. Los domingos seguía siendo deprimente quedarse sola en casa, osea que la ivitaba a merendar para animarla un rato. Entre semana, era yo también la que pagaba el cafelito de las penas (tenía muchas penas, pobrecita), y los viernes, pues tmb pagaba yo las tapas en el bar de abajo a mi pobrecita amiga. Es que...pobrecita mi amiga, no tenía novio, ni trabajo, ni amigos...y quien mejor que yo, su amiga del alma, su hermana adoptiva, para intentar que fuera feliz.

Un día me vino loca de contenta contándome que se habia ligado a un chico: no volví a verla hasta 5 meses después. Fue de casualidad, nos encontramos por la calle y, como buena amiga, no quise reprocharle a mi pobre amiga que hubiera pasado de mi así. Pa una vez que se echaba novio, era normal que quisiera exprimir la situación al máximo... Tomando el cafelito me contó que iba a montar un negocio ¿? (con todo el dinero que se había ahorrado conmigo no me extraña), se despidió de mi con un abrazo, pasó a pagar por la barra antes de irse, y al salir el camarero me paró en seco: faltaba mi café por pagar.

Para pasar semejante decepción llamé a la otra mejor amiga que me quedaba para charlar un rato. Hacía tiempo que no nos veíamos al vivir en ciudades bastante alejadas, me dijo que me echaba muchísisisisimo de menos, y me invitó a pasar tres semanas en su casa.

"Lo siento, querida amiga, yo también te echo de menos, pero llevo en paro un tiempo, en casa andamos regular de dinero, y no puedo ir a verte"

"Tú por eso no te preocupes, queridísisisima amiga, con que consigas el dinero del avión, por lo demás no tienes absolutamente nada de lo que preocuparte, aqui vienes con todos los gastos pagados, todos, te lo aseguro"


Continúa.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Hogar, dulce hogar


Siempre me ha costado sentirme patriótica, pertenecer a un determinado grupo social, o tener que acotar mi personalidad. Suelo hacer mejores migas con las hermanas pequeñas de mis amigas, con sus novios o sus madres, supongo que será porque a los de mi edad los tengo más a mano. Y es que es difícil valorar y disfrutar lo que tenemos cerca sin ansiar ir más allá.

Con los lugares pasa igual. Siempre he despotricado de lo lindo de mi ciudad, no sabía qué le veían de bonito o especial... tan descuidada, tan sucia, tan llena de merdellones. No creo que por haber nacido en un lugar uno tenga que defenderlo contra viento y marea, por eso me sorprenden tanto las absurdas rivalidades: Málaga-Sevilla, Las Palmas-Tenerife, Madrid-Barcelona, el Norte-el Sur... menuda chorrada. Todos los lugares tienen su encanto, y todas sus gentes, que se diferencian únicamente por la forma de pronunciar las eses -seseantes, ceceantes, aspiradas, o inexistentes-. Yo las he pronunciado ya de todas las maneras, y he bailado con las mismas ganas las sevillanas, el chotis, las isas o la lambada.

Mis vacaciones estivales por el noroeste de España, sin embargo, me han hecho cambiar de opinión: Pasado despeñaperros y los molinos parriba los diferentes paisajes me iban animando:

"Qué verde todo, qué casitas de piedra mas monas, qué rico fresquito; qué suerrrte, ¡lluvia en agosto!; qué rica lluvia ¡y en agosto!; hay que ver tanta lluvia...¿no?
¡joder con la puta lluvia en pleno agosto!"

"Je, qué carácter estos habitantes que ni devuelven el saludo así les maten...
-¿por qué nos mirarán así?-
Señora, entiendo que le cueste devolverme el dinero de la habitación, pero es que me da un poco de cosa dormir en una cama llena de pelos, "pelillos" y manchas sospechosas -que menos mal que me ha dao por encender la luz antes de acostarme ehh-; Pues pa ser la primeeera veeezz que lees pasóooo no la veo muy sorprendida..."

"Disculpe señorita cajera, no me ha devuelto mi tarjeta de crédito..." (15 minutos despues) "Les digo que no me la ha devuelto, no estoy aqui mirando fijamente como trabaja por amor al arte..." (30 minutos despues: el de mantenimiento, el encargado, el segurata, y dos cajeras más mirando anonadados cómo la cajera pierdetarjetas pasa más y más productos por la cinta) "¡¡quieren cerrar la caja de una vezzz y buscarme mi tarjeeeta!!".

"Um, señorita, media hora esperando dos bocadillos tiesos de salchichón por 7 euros, digo yo que al menos le podía haber quitado los plastiquillos..."

"Buen hombre, hace un rato que le he dicho buenas noches, busco una habitación para dormir, ¿sería tan amable de mirarme a la cara por lo menos?".

"¿De qué coño ze ríe eza?, ziii, íaaa, zomo andaluze, hablamo con la z, y eso no quiere dezí que seamoh tontoh, que no vea, estais tos esnortao eh, ¡vaaya empanaera y mala follá!"


En fin, menos mal que somos los andaluces los que tenemos la fama de flojos y maleducados... Pero bueno, será que he tenido algo de mala suerte y me he topado tanto con los tópicos como con las excepciones que confirman la regla, y que soy más exagerá que to las cosas.

Al menos me ha servido para valorar lo que tengo. Estaba deseandico volverme pa mi casa, sentir ese calor pegajoso de las noches de agosto, el terral de 40 grados a la sombra, las playas abarrotadas de gente, sombrillas y sandías enterrás en la arena. Por Dios, sí echaba de menos hasta ver algún merdellón...

Viva Andalucía, con sus cosas buenas, sus cosas malas, y las regulares. Vivan sus casitas blancas encalás, sus viejecicas limpias y apañás con sábanas relucientes. Vivan los pucheros, el gazpachuelo, el salmorejo y el gazpacho. Vivan los chiringuitos con pescaito frito recien pescao, los camperos de a kilo, y los puestos de chumbos pelaos. Vivan las vecinas sentás en la puerta a la fresquita comiendo pipas, el saludo guasón del del kiosco, y los piropos de los obreros. Viva mi vecina del quinto, que aunque te mire de arriba abajo y se acerque solo pa ver si traes los ojos coloraos, por lo menos da las buenas noches.

A veces hay que alejarse un poco para ver las cosas con claridad, y darse cuenta de que detrás de lo más sencillo se escondía el misterio de la vida. De la buena vida.

 

miércoles, 22 de julio de 2009

Con las manos en la masa


La comida siempre ha estado asociada al ocio, la salud y el bienestar. Antiguamente las madres cebaban a los niños como una pretendida vacuna, y de camino presumir de poder adquisitivo ante las vecinas. En las últimas décadas, en cambio, el problema es el contrario: si no entras en una 38, no vas al gimnasio, y encima te sobran 5 kilos, eres casi un deshauciado social. Este mundo no hay quien lo entienda con tantas modas absurdas.

Mi primera palabra no fue papá, o mamá, fue pehcaito fito; y el día que arranqué a hablar dije: mamá, dame la melenda!. Mi madre nos enseñó a comer de todo desde pequeños, aunque creo que enseguida se arrepintió, porque la compra de la semana en mi casa duraba unos 15 minutos. Cuando venía alguna niñera a cuidarnos salía asustadísima: "señora, le había hecho una tortilla de patatas para cenar a los niños, pero viendo que seguían mirándome fijamente les hice otra, y otra..." Un día, al despertar, vimos que le había salido un candado al frigorífico ¡¿?!, menos mal que erámos lo suficientemente pillos como para que una simple cerradurucha se interpusiera entre nosotros.

Y es que los niños de antes sí teníamos vida, y eso consume muchas energías. Nos pasábamos el día en la calle dando tumbos, robando en el super, robando en el kiosco, robándole a la vecina... A ésta última le dimos un día un buen susto: esa semana mi madre no había comprado tonterías y en el super ya nos tenían el ojo echado, así que la desesperación nos llevó a hacer un atraco a lo grande. Sustrajimos la llave de las emergencias cuando todos habían salido y entramos sigilosamente en casa de la vecina para ver qué escondían los armarios de su cocina. El botín ascendió a un paquete nuevo de galletas artiach de nata, una caja de campurrianas a medio gastar y un batido de chocolate. Pero ya que estábamos, decidimos quitarle la hucha a los niños vecinos para comprar futuras meriendas en el súper.

Por un momento pensamos en la pena que podíamos inflingirles a nuestros pequeños convecinos, pero qué coño, eran unos pijos, y mi abuelo -rojo hasta la médula- nos había enseñado ya eso de que "o todos moros o todos cristianos". Antes de salir de la casa, claro, se me ocurrió la última brillante idea: si alguien había entrado a robar se debería notar... Así que como despedida abrimos y vacíamos en el suelo todos los cajones de la casa, en una mezcla de diversión, temor a ser pillados y gustazo.

Otro día le robamos a mi madre 5.000 pesetas. A la pobre, sin trabajo, de alquiler, y sola con tres niños, eso le suponía una verdadera fortuna en aquella época, pero las ansias zamponzurrias tiraban demasiado. Fuimos a la tiendecilla del barrio en plan ostentoso con el enorme billete creyendonos los nuevos reyes del lugar, pero en cuanto la señora nos vió nos largó de allí a escobazos segura de que se lo habíamos robado a alguien. Menos mal que había llegado ya el capitalismo salvaje al barrio: en el súper no harían preguntas. Compramos canapés, fuagrases, fuets, patatas fritas, frutos secos, pasteles, galletas..., y casi como en "La gran comilona" de Marco ferreri, nos escondimos en un solar ante la noticia de que mi madre andaba búscandonos como una loca. Ya que se acercaba el infanticida final de nuestros días, había que hacer una despedida a lo grande: invitamos a los niños más humildes del barrio, hicimos un fuego, nos sentamos alrededor, y nos dispusimos a zampárnoslo todito hasta reventar.

Es así cómo comenzaron las aventuras y desventuras de unos niños pobres de buen zampar.

 

martes, 30 de junio de 2009

La insoportable estupidez del ser


Anoche una amiga mía -jodida porque un tío se había reído retorcidamente de ella- me preguntaba si creo en la venganza. A buena le fue a preguntar, con lo que me gustaría reencarnarme en superhéroa... Pero intenté sacar mi lado pacífico para decirle que no sirve de nada, que así eternizamos la maldad, que es mejor olvidar, que la mejor venganza es no dedicar ni un segundo de atención a esa gentuza...

-Vaaaale, ¿en qué has pensado? ¿cuando lo hacemos?

Qué le voy a hacer, mis dotes justicieras nacieron ya en la guardería, cuando le metía plastilina en los bocadillos a los chulos que nos pegaban a los más pequeños. En casa a mis hermanos les gustaba hacerme sufrir secuestrando a mi osito de peluche, quemandole el pelo a mis barriguitas o metiendo petardos en mi caravana de los clicks; para vengarme les ponía nocilla en los pantalones para que todos pensasen que se habían cagao, o les pegaba en las chapas de ciclistas la cara de candy candy para que sus colegas se rieran de ellos al sacarlas de la mochila en el colegio.

En seguida me di cuenta de que la venganza, aunque resultaba bastante satisfactoria y divertida, no tenía efectos prácticos. Si no conocían al autor de la fechoría seguían haciéndome putadas por creerme una debilucha, y si sabían de mi venganza seguían igualmente haciendome putadas porque les parecía divertido verme sufrir.

Parece que el ser humano tiende a abusar del menos favorecido por instinto, olfatea su rastro, busca su punto débil y lo pisotea en la sádica danza del poderoso. Otras veces le llega la oportunidad por casualidad, que aprovecha sin duda haciendosele los ojos chiribitas y la boca agua por tan preciada suerte.

Como se ve que esos animales solo aprenden a hostias, y había que demostrarles que yo era una rival potente, tuve que empezar a emplear la violencia. En el colegio me peleaba a patada limpia si algún espabilao intentaba colarseme en la cola del comedor; por muy repetidor que fuese o muchos cardenales que me dejase en las espinillas no se me colaba nadie porque no me daba la gana. Mis hermanos empezaron a pensarse dos veces eso de chincharme, por el genio que había echado la enana. Con solo siete años ni mi madre tenía ya valor para pegarme; la pobre estaba siempre de los nervios y tenía la mano ligera, hasta que un día me harté y guantazo que me daba guantazo que tranquila y fríamente le devolvía. Eso de poner la otra mejilla no iba conmigo, que además para algo era medio hereje. Y así nos podíamos estar a torta limpia hasta que aprendiese la lección: nadie iba a pagar sus frustraciones y mala leche conmigo nunca más.

Menos mal que enseguida me di cuenta de que aquel elemental mecanismo automático de ataque-defensa no me iba a llevar a ningún lado. Parece que la mayoría de los individuos lo seguimos, somos puramente viscerales, reptilianos paleocortianos que no hemos logrado unos niveles mínimos de madurez mental y emocional. Seguimos sin entender que la violencia -sobretodo la gratuita- no tiene ningún sentido. Y lo peor es que estos rasgos tan neanthertales se están fomentando en las sociedades actuales cada vez más. Si no por qué tienen tanto éxito series como House o Los Soprano, personajes malvados como Anibal Lecter y otros psicópatas, o programas del corazón basados en insultos y gritos. Joder, hasta en Operación Triunfo han tenido que introducir algo de caña con el ristof ese, porque si no no lo ve ni Dios. Mira que somos subnormales.

Mi amiga se enteró de casualidad que aquel chico que tan loca la tenía con sus altibajos emocionales y sus rarezas en realidad era un zumbado. El infeliz disfrutaba montándose numeritos de amor-odio con media ciudad con una exactitud de psicópata. Le gustaba inflarle el ego a las chicas, enamorarlas empleándose a fondo, para luego sutilmente ir haciendoles daño hasta dejarlas humilladas y a ser posible con la autoestima por el suelo. Cuando las afectadas supieron de sus macabros juegos y sus continuas manipulaciones, en vez de irse a por él empezaron a enfrentarse entre ellas como leonas en celo:

-No me extraña que la tratara así, con lo gorda que está y lo fea que es.
-La pobre, de pequeña la violaron, seguro que es una loca que exagera todo.
-Si es una simple peluquerucha... normal que la dejara para venirse conmigo.
-Es mío, a vosotras os tiene solo para desahogarse.
-Ahora entiendo por qué le gustabas, con la pinta de puta que tienes.
-Bah, si total, todos los chicos hacen eso. Lo importante es que a mí seguro que sí me quiere de verdad de la buena.

En vez de aliarse entre todas para darle una lección a ese chico y que aprendiese a no tratar así a la gente, hicieron todo lo contrario. Siguieron creyendo en sus manipulaciones y mentiras, me imagino que porque era más fácil eso que aceptar que se han estado riendo de una durante años...

Qué vamos a hacer, el pueblo tiene lo que se merece en todos los sentidos. Si todos esos que ejercen la maldad y la violencia gratuita recibieran el desprecio más absoluto y nadie los apoyara ni reforzara sus actos carentes de la más elemental empatía, sensibilidad y humanidad, otro gallo cantaría. Las cosas podrían funcionar mucho mejor, desaparecerían muchas de las mayores injusticias de nuestro tiempo, y por fin podríamos evolucionar como seres humanos con raciocinio que se supone que somos.

Lástima que sea tan complicado llegar a eso. Yo, mientras, sigo devolviéndole tranquilamente los guantazos a mi madre cada vez que se pone de los nervios, y puteando al que me putea antes de que se piense que puede pisotearme a su antojo.
Eso sí, de la venganza creo que voy a empezar a pasar hasta que no me reencarne en superheroa. Y de intentar reinvindicar justicia pasaré más todavía, porque por desgracia la mayoría sigue prefiriendo unirse al enemigo, ser el peor ciego por no querer ver, y hacer leña del árbol caído.

Propondré al Parlamento aunque sea cambiar el refranero popular a ver...

jueves, 11 de junio de 2009

Los buenos van al cielo, y los malos a todas partes



 

Que todos tenemos nuestro particular Mr Hyde no creo que sea una idea tan descabellada. Muchos se piensan bondadosos hasta el éxtasis, y quizá sea cierto en dos o tres casos. Pero a la mayoría de los que se reconocen como buenos sólo basta ponerlos en una situación injusta: seguramente sacarán su lado chungo para defenderse o vengarse de los perjuicios sufridos, eternizando la maldad.

Al menos a mí me pasa: aunque abogo por la paz y el amor suelo llevar siempre una escopeta por si las moscas, cargada y con el seguro quitado. Una vez, hace tiempo, alguien usó sus dotes psicopáticas para inflarse más aún el ego a mi costa de una forma bastante retorcida. Cuando lo descubrí no podía dejar de pensar en la manera de explotárselo cual hígado de pato, cortárselo en cachitos y luego comérmelo untado en el pan, tranquilamente acompañado de un rioja barato del mercadona, que no se merecía más. Y no era odio, era desprecio.

¿Qué hacemos entonces con los entes malignos que nos joden la posibilidad de funcionar pragmática y pacíficamente en sociedad? No sé, quizá haya que asumir que la maldad forma parte de nosotros, del juego de la existencia, y que de no ser por ella no existiría la bondad. Me imagino que somos marionetas en manos de un Dios digamos juguetón (por no decir sádico), que necesita de nosotros para sentir todos los estadios y estados posibles.

Pero ¿es la única forma que ha encontrado la energía divina de adquirir sabiduria? Sigo sin entender por qué, existiendo amén de la carne y las concreciones, los tiempos y las dimensiónes, no está capacitada para recordar y utilizar lo aprendido desde y hacia el infinito. ¿Será que ya tiene la suficiente sabiduría pero simplemente está aburrido de la sempiterna existencia? Quizá Dios sea una especie de Maquiavelo aburrido de siete años al que le han regalado el probetanova...

Sea como sea, parece que vivir es una de las pruebas que debemos superar para completar el ciclo del sentido de la existencia. Se supone que la energía se sirve de entes a través de los que reencarnarse en la rueda del Karma para alcanzar la máxima evolución. Pero, ¿es a través de las buenas acciones que se consigue la liberación? ¿Qué le ocurre a esa energía bondadosa tras liberarse? ¿la NADA?
Yo por ahora me quedo con la existencia que conozco, ésta, con su lado bueno, su lado malo, y también el regular. Me quedaré con el respeto hacia todos los entes (aunque tenga ganas de matar a alguno que otro), y dejaré de sentirme mal por querer más a mi perra que a mi madre. Al fin y al cabo todos somos parte por igual del Dios supremo, y por ende pequeños Dioses a los que hay que amar y respetar. Mientras, sin poder evitar los ensoñamientos existencialistas, le haré caso a Jodorowsky para consolar mi alma:

miércoles, 10 de junio de 2009

La metafísica de los cristales





En el colegio, muy pequeña, llevaba gafas de culo de vaso para poder divisar los escritos en la pizarra. Y aunque el hábito no hace al monje yo me sentía una gafotas, y cómo no también una empollona. En el recreo pasaba de irme al patio, había asumido tan bien mi personalidad que prefería estar en la biblioteca descubriendo nuevas lecturas. Cuando llegaba al barrio, en cambio, sentía que aquella forma de ser y parecer no se adecuaba a mis necesidades.

Hasta que un día, tras una excursión, mi hermano me dijo que estaba muy guapa y favorecida por los colores en las mejillas. ¡Milagro! pensé. Si éste -con el que me entiendo a patadas- me ha dicho eso...debo estar guapa de la hostia. Así que ese día hice una prueba: me quité las gafas para salir a la calle. Me busqué una ropa más femenina, me solté el pelo, y acudí al cumpleaños de mi vecina, donde no exagero al decir que algunos ni me conocieron. Una vez allí fui notando animada cómo conforme mi captación de la realidad iba disminuyendo mi autoestima se iba incrementando. Y no es que estuviera borracha ni nada -tenía 9, y no empecé a beber hasta los 12-, sino que el hecho de no ver tres en un burro hacía que tuviera que echarle mucha imaginación a la existencia. Y a mi en eso no me gana ni Dios...

Llegó un momento en el que, no sé ni cómo, parecía que me había transportado al final de "El perfume", solo que Suskind había cambiado aquella tarima mortal por la cabina de teléfonos de mi barrio. Cuatro niños me metieron allí con ellos y, entre esfuerzos por zafarme y gritos, me metieron mano por todos sitios. Nunca olvidaré la sensación: estaba flipando. No es que se me despertaran deseos desconocidos, fue más bien el hecho de sentirme tan deseada, que me hizo comprender la fuerza del ego y el poder de la autoestima.

Desde ese día no he vuelto a usar las gafas, claro, y bajaba a la calle como Rocky entrenando en aquellas escaleras: triunfadora. Todos los chicos querían salir conmigo, tenía que rodear mi puerta y entrar por detrás porque me esparaban siempre unos cuantos a la entrada del edificio. El perfume que emanaba y que tanto les atraía no era otro más que la confianza y el poder. Las niñas empezaron a pelearse por ser mi mejor amiga, los chicos discutían sobre a cuál había mirado primero...parecía increíble, y todo por unos cristales que en realidad me servían para ver con más claridad.

En el colegio, en cambio, sí tenía que llevar las gafas: desde entonces creo que tengo doble personalidad. Como en la peli "Angel: estudiante de día prostituta de noche", cuando llegaba el día me ponía el hábito de buenecita gafotas a la que nadie miraba. Hasta que empezó a revelarse la parte poderosa incluso allí, y empecé a ejercer de ambigua. Normalmente iba por el recreo con dos pavas secuaces defendiendo a los desvalidos, pero un día se me ocurrió hacer lo contrario. El juego se llamó "ángel y demonio": uno día defendíamos a los acomplejados, y otro les hacíamos unas trastadas que pa que. Los pobres pensarían que estábamos como cabras, y mis amigas fijo que también.

 

Ambas personalidades me atraían por igual y las llevaba a cabo con toda mi buena consciencia. Desde entonces soy así, buena-mala, comprensiva-intolerante, triste-feliz, malhumorada-cordial, guapa-fea, cegata-gafotas. Eso sí, cada día soy más consciente de que el secreto de la felicidad está en la ignorancia. Sí, cuanto menos veamos-sepamos, más felices y confiados seremos, mejor concepto del mundo y de nosotros mismos tendremos, y más disfrutaremos.

 

Aunque siempre podemos recurrir al sabio refranero popular para sobrevivir a la tan ansiada sabiduría: todo depende del cristal con que se mire.