martes, 29 de septiembre de 2009

Septiembre






Siempre me gustó este mes, el de la emoción de la vuelta al cole, y la segunda oportunidad para realizar -esta vez en serio- los buenos propósitos que nos juramos llevar a cabo en fin de año -aunque ya para lo que queda mejor esperarse un par de meses...-

 

Es la fecha de la melancolía por el verano que se apaga, y de los contrastes. Como el de mi tono blanco-transparente de estudiante jodida con el bronceado-luminoso de pija despreocupada a la vuelta a la facultad. O la indiferencia de los también melancólicos obreros hacia los chubasqueros, que sin embargo semanas atrás me gritaban sus -niñaaa, qué alegria de veranooo- porque no hay nada como enseñar un poquillo de muslo o pechuga para que la tengan en cuenta a una.

 

Lo mejor es que se acabaron muchísimas complicaciones. Como las verguenzas en el mercadona intentando camuflar mi parecido con Macario cuando bajaba a comprar de prisa y fresquita sin haberme pasado revista. Y sobretodo que deja de ser necesaria la búsqueda de estrategias para pasar desapercibida.

 

Y es que tras la primera prueba del biquini, y después de haber visto tantos anuncios de Kellogs special K, te das cuenta de que no eres como las demás y buscas algún plan de acción rápido y efectivo para encajar. El mío fue espiar en el mercadona a las buenorras para robarles sus secretos. Calabacín en carro las seguía por todo el súper hasta que la sección de barritas dietéticas me dió la clave, y un bronceador sin sol "que es el mejor aliado para los primeros días del verano, tía, y de Dove, para mujeres naturales como nosotras, tía".

 

Una vez en casa, despues de depilarme hasta el entresuelo, con cera hasta en las orejas, ya pensaba que la cosa quiza era más fácil de lo que pensaba. Lo malo fue al día siguiente, que me desperté con pinta de zanahoria sucia y un dolor de barriga que no veas de las catorce barritas que tuve que zamparme pa quitarme un poco el hambre.

 

Muy idealista como siempre, pensé...

 

-Bueno, ya está, mejor me voy a la playa, que es más sano, y encima puedo meditar sobre este arrebato superficial que me ha entrado observando el mar-


En el autobús, el olor a humanidad del añorado verano casi me hace desistir. Para colmo, al llegar a la playa comprobé que todo se complicaba. Tenía que buscar un buen sitio, que en resumidas cuentas se reducía a que no hubiera hombres jóvenes alrededor, y a ser posible tampoco mujeres. Los viejetes son mucho más agradecidos, dónde va a parar. Ya a estas alturas de la vida se conforman con mirar cualquier cosa, y porque una tenga un trasero exuberante no van a menospreciarte, si acaso pensarán que estás mejor alimentada.

 

Así que pensé poner mi toalla junto a un grupo de alegres ancianos, de los que uno, con una amabilidad pasmosa, me dedicó unas cariñosas palabras de bienvenida cuando me decidí a plantar la sombrilla a su lado:

 

-¡¡Estás rellenaaa, niñaaa!!-

-Joderrrrr, ¡¿tan dificil es pertenecer a este mundo?!-

 

Recogí mis cosas mosqueada con el puto viejo, pensando en cómo podría ponerme rápido suficientemente buena, y en el trabajito que cuesta implicarse en el arduo juego de las relaciones sociales y los días de playa. Por fin divisé mi sitio a lo lejos: una chica que parecía una ballena moribunda allí espatarrada me haría parecer Claudia Schiffer a su lado y sentirme como Rachel Welch saliendo del agua.


De vuelta a casa, con la piel chamuscada, el pelo tieso y el ánimo otra vez por el suelo, ideé un plan para sobrevivir al verano. No podía redimirme a las imposiciones de la moda ni a los cánones de belleza vigentes. La solución estaba dentro de mí, sin duda: tendría que pillarle el sitio a la gorda si quería ser una chica morenita y favorecida, y comer solo barritas desas. O esperar pacientemente a que llegara Septiembre...

 

Septiembre...siempre me gustó este mes.

 

 

martes, 22 de septiembre de 2009

Las primas


Que la gente pasa de sus amigos de un día pa otro en cuanto se emparienta es algo que ocurre desde tiempos ascentrales. Se ve que algunos no dan pa más, y que tienen tan poco amor dentro que se lo guardan todito para ellos mismos, y ni eso.
Obviamente no se trata de amistades sinceras. Como casi todas, son relaciones normalmente parasitarias, o en el mejor de los casos simbióticas, carentes de toda profundidad afectiva y respeto.

En otra de mis épocas solitarias, en las que al soplar las velas de la tarta pedía con los ojos y la boca cerrada tener una amiga de verdad, un día me salió una prima. Era hija de la mejor prima de mi madre, de pequeñas habíamos pasado unos días de verano juntas en el pueblo cantando canciones de Alex y Cristina, y 12 años después se presentaba en mi casa, sin avisar, con varias maletas.

Con el optimismo que me caracteriza pensé
-no es una amiga, pero una prima también me sirve...-

-Holaaaa primaaa, cuantos añosss, ¿¿como tu por aqui??-
-Pues nada, aprovechando que mis padres venían de visita, he aprovechado para pasar unos días-
-Esto...bueno, me imagino que tendrías ganas de conocer el lugar. Y dime, prima, para ir organizandome, ¿donde quieres que te lleve?

Yo pensaba que querría ver los museos y monumentos, ir a la playa, salir a tomar unas cañitas, retomar relaciones con su prima...

-Tú llévame a donde haya tíos con dinero-

Mal empezábamos. La dejé a solas mientras buscaba corriendo a sus padres para decirles con cualquier excusa que se la llevaran de vuelta, pero era demasiado tarde, ya me habían escaquetado a la niña.

-Pues como no te lleve de putas, jajaja-
-¿de putas?-
-Vamos, que tu lo que quieres es ir a ver yates y todo eso, ¿no?-
-Si,si. Quiero ir a Marbella, a ver si me ligo a algún famoso, o algún ricachón.
-Se nota que te gusta la tele ¿¿eh??-
-¿la tele?-
-Quieres que te quiten de trabajar, ¿no joía?-
-Si yo no trabajo..., no he trabajado nunca-

Cuanto más avanzaba la conversación, mas ganas de llorar me iban entrando. Odiaba a los perros, no soportoba El Chavo del ocho ni Doraemon, no sabía lo que era el sentido del humor, y era tan intelectual como Sofía Mazagatos.

Mi madre tuvo que sobornarme con 100 euros para que aguantara a la prima unos días y la sacara de paseo. Yo, que me había jurado no aguantar nunca más a ningún caradura, me tuve que tragar mi orgullo esperando que pasase pronto aquel suplicio, en nombre de las buenas relaciones familiares.

Los 100 euros se gastaron en un santiamén, seguramente porque mi pobre prima tenía tan mala memoria que siempre se acordaba de su cartera cuando estábamos ya de marcha: -ay, se me ha vuelto a olvidar en casa el monedero-. Cuando yo, como buena prima, le recordaba que echara la cartera en el bolso, siempre había nuevas excusas para no pagar: se metía en el cuarto de baño, se ponía a toser estrepitosamente para salir del local, se hacía la remolona admirando las tapas de ensaladilla rusa o los techos de las discotecas...

La primera vez que me la llevé con mis amigos parecía la Macu de la serie Aída. Allí estaba ella, recién salida del pueblo, bailando "restregón" con to dios, tocando paquetes por doquier, loca de contenta.

Como no quería regresarla preñá al pueblo, empecé a llevarla a pubs tranquilos de música más alternativa donde no pudiera restregarse tanto. Me equivoqué, los heavys aquellos estaban más salidos si cabe, y no sé cómo lo hizo, pero la tía sacrílega le sacaba el punto restregueo hasta al Nothing else matter.

A los tres días de la llegada de mi prima no quedaba ni un solo amigo en la ciudad que quisiese salir conmigo, porque cualquiera aguantaba a la petarda de mi prima. Asi que, tras sacarle otros 100 pavos a mi ya arruinada madre, lo que hacía era soltarla en las discotecas mientras yo, barra en mano, cultivaba mi mundo interior.

El día antes de irse me dice la tía
-anda, acompáñame al centro, que quiero comprarme un vestido de gitana-
-¿Hoy no se te va a olvidar la cartera verdad?-
-¿la cartera?-

Desde entonces paso de tener mas amigas, o mas primas, tengo pesadillas con Alex y Cristina, y sigo el refrán ese de

-cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro-

 

viernes, 11 de septiembre de 2009

El mal de ojo clínico. La refinitiva.




...
Para sobrevivir a tantas decepciones y a la soledad fraternal que se me avecinaba, me así con filosofía al sabio refranero popular, como de costumbre.

-Cría cuervos y te sacarán los ojos-
-No hay mal que por bien no venga-
-Mejor sola que mal acompañada-
-Anda y que se vayan tos al carajo-

Para aquel entonces mi novio ya se había espabilao de dejarlo solo con sus colegas todos los sábados por salir con mi pobre amiga, y terminó de espabilarse cuando pasé casi un mes fuera de mi casa para ver a mi otra amiga la pija.

Así que empecé a ser totalmente independiente, a hacer lo que me daba la gana, a no hacer nada por nadie, a mandar a la porra a to el que se ponía tonto, a pasar de todos los egoístas y aprovechados...,total, que me quedé mas sola que la una. Y estaba muy bien, me leía Cumbres Borrascosas de una sentá, o me tragaba El Conde de Montecristo en una tarde, pero bien, muy bien.

Un día conocí a un chico que me sacó de mi aburrida rutina y soledad. Nos enamoramos -o eso creía yo- porque compartíamos el gusto por la literatura, el cine, y tener a alguien a quien sobar. Vamos, como casi todo el mundo.

Al tiempo mi amor se había cansado de pasear conmigo siempre por los mismos sitios y de ver siempre el mismo careto, y empezó a amar a su play mucho más que a mí. Pronto habíamos engordado 5 kilos, y yo había pasado de leerme los libros de una sentá en mi casa a leermelos de una sentá en la suya, y de ver tres películas al día en mi casa a ver siete en la suya. Y sobarnos... vamos, como casi todo el mundo.

Poco a poco tambien había empezado a hacer otro nuevo amigo. Nos pasábamos las noches con el messenger y el youtube, canciones, anécdotas, millones de conversaciones. Ibamos al cine, veíamos pelis en su casa, nos pasábamos las noches escuchando música en la calle, nos leíamos libros juntos, compartíamos cosas especiales... Parecía un chico tan tan cabal, tan majo, tan comprensivo, tan educado, tan divertido, tan tan tan sincero... que de nuevo el refranero popular me hizo volver a la realidad:

-Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces-
-Te quiero mucho perrito, pero pan poquito-

Vamos, que el chaval resultó ser un psicópata.

A partir de ahi continuó la cosa más de lo que me hubiera gustado, ya hasta iba por la calle mirando hacia arriba para ver donde estaba la cámara oculta...
Menos mal que yo seguí a lo mío:

-Que te den, lo malo es que te gusta-
-A otra cosa, mariposa-

¿Continua? Si, pero... ese ya es otro cantar.

jueves, 10 de septiembre de 2009

El mal de ojo clínico. 2ª parte.





Como teníamos tantas ganas de vernos mi queridisisisima otra mejor amiga y yo, despues de tres años ya sin vernos, y sabiendo que era una forrada con chalet, clases de golf, papi ingeniero, veranos en londres y viajes por europa, acepté la invitación.

El día que llegué me recibió en el aeropuerto con su novio, del que por cierto no se separó ni un segundo en las tres semanas que pasé con ella, y con el que por cierto se peleaba una media de 30 veces al día. Fuimos a cenar los tres, y mientras discutían agitadamente en el coche porque el chico le había mirado las tetas a una rubia, yo estaba empezando a deprimirme porque nos dirigíamos a un sitio de quitar el hipo según ella. Osea, en mi argot, de llevar los guantes de goma y el fairy, o hacer un sinpa. Cuando llegó la hora de pagar el amable chico fue a invitarnos, pero mi queridisisisisima amiga decidió que mejor que cada uno se pagase lo suyo. Menos ella, claro, que siempre iba invitada por él.

Ya la primera noche allí me gasté la mitad del dinero que llevaba.

Al día siguiente ayudé a hacer la comida: un paquete de espaguetis empezado para ocho.

-¿seguro que esto solo? ...-
-claro, mujer...con eso hay de sobra-

Cuando el bol con la pasta llegó a mis manos aún quedaban seis personas por servirse, por lo que, con toda la pena del mundo, me eché 7 espaguetis contaos para acompañar a la esmirriada salchica frankfurt de mi plato. De postre: aire fresquito.

A la semana me había gastado la otra mitad del dinero que llevaba en comprarme algún que otro bollo o hamburguesa a escondidas mientras mi queridisisisima amiga discutía acaloradamente con su novio por haberle mirado las tetas a una de la tele. O en pedirme una pizza tras poner excusas pa no salir a cenar con ellos a probar comida d de autor.

A las dos semanas, ya sin capital, había perdido ya 4 kilos.

Por las noches había reunión familiar en torno a las antorchas de la piscina. La pija madre comunicaba a sus pijas hijas las pijas novedades de la semana.

-Niñas, papá está harto de echar horas extras y a mi me han vuelto a echar del bufete porque mi jefe no entiende que para mi el golf es lo primero. Haceros a la idea: somos pobres. A partir de ahora solo podremos ir a Mango una vez a la semana-

(Tensión en el ambiente, caras de asombro entrecortadas por algún suspiro, y el perro ahuyando de fondo)

-Pero mamá, ¡¡me prometiste que haríamos un viaje por Europa dos veces al áááññooo...!! ¡Y espero que esto no interfiera en mi segunda carrera y el master en oxford!

Antes de morirme del asco llamé a mi señora madre no pija:
-Omá, tienes que sacarme de aqui como sea. Tengo hammmmbreee, me aburro muuuchooo, no soporto a esta genteee, sácame de aquiiiii-
-Si hombre, ¡no te jode! Despues de gastarnos los ahorros en el viaje de la niña, ahora se quiere volver. Te esperas a que llegue el dia del vuelo, no querrás que te compre otro billete ¿no?-.

Cuando por fín llegó la hora de volver a casa, harta de tantas capulleces, aproveché mientras mi queridisisisima amiga discutía con su novio por haberme mirado las tetas para meter en mi maleta todos los libros que pude. Luego bajé a la super cocina, abrí el super frigorífico de dos puertas y máquina de hacer hielo, y me fui comiendo cual bulímica todos los yogures de tarro de cristal, mouses, y quesos caros que estaban en la zona de los reservados.

-¡Quze sze sjodamn!-

Cuando me despedí de mi queridisisisima amiga (deseando no volver a verla), volví la cabeza para decirle adiós desde el otro lado del detector de metales, pero se había girado para discutir con su novio, seguramente, por no mirarle sus nuevas tetas.

Continúa.