sábado, 6 de septiembre de 2008

Solo contra todos


Un sistema de reproducción en las entrañas que uno se siente obligado a respetar.

Esa parece ser la conclusión a la que llegan los estudios existencialistas más recientes sobre el significado de las relaciones sociales y del sentido de la vida.
Sí, es duro reconocerlo. A mi siempre me ha gustado disfrazar todo con adjetivos elaboradamente bellos e idealistas, que al final se han ido al garete despues de abrir solo un poco los ojos, y cerrar un poco el corazón.
Todo responde al interés. Y mientras:

Vivimos, nacemos, morimos solos.
Solos, siempre solos.
Y hasta cuando follamos estamos solos.
Solos con nuestra carne, con nuestra vida...
que es como un túnel, imposible de compartir.
Y cuanto más viejos, más solos estamos,
frente a recuerdos de una vida que se destruyó lentamente.

-Es raro, cada vez que me gusta alguien lo arruino todo-


La vida es como un tunel, y a cada uno su pequeño tunel.
Pero al final del túnel, nisiquiera una pequeña lucecita.
Así es, no hay nada. Hasta la memoria se descompone hacia el final.
Una pequeña vida, pequeños ahorros, una pequeña jubilación,
y luego una pequeña tumba.
Y todo al carajo. Todo se va a la mierda, hasta los hijos.


En cuanto sus padres no tienen nada para darles, los meten en un asilo,
para que revienten solos y en silencio.
Pero a los hijos no les importa un cuerno.
El amor filial en un hito. A su madre, uno la quiere mientras dle de leche.
A su padre mientras le preste dinero.
Pero cuando los pechos de la madre están secos, cuando los bolsillos del padre están vacíos, lo único que queda por hacer es meterlos en un armario, esperando a que mueran rápido y al menor costo.


Así son las cosas, es la ley de la vida.
Solo cuando hay herencia los hijos simulan ser amables.
Pero cuando la única herencia es una heladera, o una tele,
ni siquiera vale la pena simular
tan solo lo mínimo indispensable para tener la conciencia en paz.
Una llamada al mes, unas lágrimas en el velorio, deber cumplido.


El amor y la amistad son puro verso.
Verso para ocultar el hecho de que
las relaciones humanas son tan solo un miserable negocio.
Hablar de amor y amistad nos conviene, pero por cálculo.
La realidad es mucho más banal.


A tu madre la quieres porque te alimenta y evita que mueras.
A tu amigo porque te da un trabajo que te permite comer.
Y a tu mujer la quieres porque te cocina, te vacía las bolas y te da hijos.
Para que te cuiden cuando seas viejo y tengas miedo de morir.
Pero una sola bofetada a tu hijo basta para que él se vengue luego.
En realidad, esa bofeteda es justo lo que desea.
Y cuando te meta en un asilo, servirá de excusa para ocultar
el interés que cualquiera siente para con sus padres.


No, follar no vale la pena. Cuesta muy caro.
Pero ayuda a pasar el tiempo. Y cuando se te van las ganas de follar, notas que no queda nada por hacer en el mundo.Y que en realidad no hay nada más en esta puta vida.
Nada más que un programa de reproducción en las entrañas, que uno se siente obligado a respetar.

 

 

 

jueves, 4 de septiembre de 2008

Especial


Es la palabra más poderosamente manipuladora que conozco: especial.
Y así quería sentirse Les, un joven solitario, de vida aburrida, seguramente en plena crisis existencial. La palabra especial fue la que lo llevó a confiar en aquel experimento. Quería sentirse mejor, aumentar su autoestima, elevar su confianza, y sentirse verdaderamente especial por fin. Quería sentir por primera vez en su vida todo lo que siempre había soñado, encontrarle un sentido a la existencia. Y lo consiguió.
No importaba que la base de todo fuera un experimento, una prueba. Las sospechas de que algo andaba mal se quedaron enseguida en simples moscas que apartar, porque al fin Les era especial, la gente lo admiraba, y se sentía fuerte y poderoso, como un superhéroe. Ni siquiera importaba que los resultados pudieran ser una auténtica farsa.

Pero las farsas no son eternas, y el despertar fue demoledor. Al menos había aprendido algo muy importante: la mayoría no somos especiales. Madrugamos, trabajamos, discutimos con la pareja, o el vecino, y nos reimos de nuestra sombra antes de volver a empezar.

No hace falta sentirse especial para nadie, creo que ni siquiera para uno mismo. Porque todos somos asombrosa y jodidamente iguales ante los ojos de la vida.