lunes, 1 de febrero de 2010

Ser o parecer

 


Tengo complejo de tonta. Y no es que me crea inferior o menos espabilada que cualquiera, es que sencillamente soy tonta. Lo peor es que no puedo evitarlo...

 

Todo empezó cuando me dí cuenta desde muy pequeña que siendo así, tonta, era todo más fácil. Hacerme la tonta me servía para engañar a mis semejantes y llevarlos a mi terreno, o que hicieran por mí lo que me daba coraje hacer.

Así fue como empecé a evitar acciones odiosas como los trabajos manuales de la escuela, coser los bajos de los pantalones, liar los porros o arreglar el ordenador. Me importaba bastante poco quedar de inútil con tal de no tener que hacerlo, y quizá esa era la cuestión, que me daba igual lo que pensaran los demás de mí. Lo importante es saber quienes somos, ¿no?.

Luego comprobé que hacerme la tonta también me evitaba discusiones absurdas que sólo sirven para enfadarse o gastar energía. ¿Por qué empeñarse en hacer valer nuestra postura a toda costa bajando del burro al interlocutor? Sobre todo teniendo en cuenta que con el tiempo, según las circunstancias, no es raro que uno acabe tomando la postura contraria. Así que ante una posible discusión aprendí a usar el "bueeno..." y cambiar de tema, o simplemente callar. Me parecía de lo más aburrido rebatir y debatir, si total, somos como Dios nos hizo, y algunos incluso peor...

Pero lo que más me gustaba de hacerme la tonta era que me ayudaba a descubrir de qué calaña eran mis semejantes. Era una táctica infalible. Sobre todo a los que se pasan la vida batallando dialécticamente, no sé si para intentar engordar un ego flacucho, o por pura prepotencia. Cuando notaba que alguien intentaba aprovecharse de mi nobleza, en vez de darme mi sitio y ponerle en el suyo, prefería seguir haciéndome pasar por tonta y descubrir así hasta dónde podía llegar.

Por ejemplo, cuando trabajaba de camarera notaba que algunos clientes usaban un vocabulario más elaborado para reírse de nosotros pensando que no los entenderíamos. Yo, aunque los entendiera, les seguía el rollo poniendo cara de extrañada. Otras veces directamente nos intentaban hacer ver lo miserable de nuestra vida hostelera, inflándose como pavos reales ante la posibilidad de resarcir sus propios complejos y frustraciones. Angelicos, para qué quitarles la ilusión... Además, si notaban que tenías la suficiente cultura e inteligencia, entonces venían las caras de compasión por haber acabado en semejante escalafón socio-laboral, o las interrogaciones sobre la causa de semejante desgracia.

También me pasaba cuando salía de marcha. Al principio de la noche, aprovechando el comienzo del botellón para charlar con mis amigos antes de que estuvieran borrachos, me gustaba sacar algún tema de conversación más profundo, o animar la conversación haciendo referencias literarias o cinematográficas que vinieran al hilo. Pero en seguida me decían eso de "anda, niña, que estamos de juerga...", y tuve que empezar a hacerme la tonta y limitarme a emborracharme y sonreir. Algo parecido pasaba con los ligues. Alguna vez conocí a algún chico de estos que se creen la leche de listos, atractivos, interesantes y deseados. Esos que tratan a las tías como si fueran cachos de carne sin cerebro, a los que encandilar con cuatro cariñeos para usar de muñeca inflable y luego tirar, a ser posible con la autoestima por el suelo. En esos casos me encantaba hacerme la tonta y ver el rumbo que seguían sus tácticas manipulatorias. Dejaba que pensara que me estaba utilizando cuando en realidad era justo al revés. Luego, cuando se creía que ya tenía a la víctima en el bote, le decía suavemente al oído que esperara mi regreso del baño y me largaba del local.

Desde luego prefería guardar la energía de las discusiones o las defensas de orgullo para invertirla en analizar el comportamiento y la intención del semejante en cuestión. En el fondo era muy divertido, una rara mezcla de curiosidad sociológica, suicidio social y tontuna a la que, por desgracia, me acostumbré. Ya no soy capaz de arreglarlo, mi costumbre de hacerme la tonta ha arraigado tanto en mí…


Bueno, el otro día leí en "La elegancia del erizo" que a la protagonista le pasaba algo parecido... Fue todo un alivio comprobar que no soy la única, y ya lo dice el refrán, ¿no? Mal de muchos, consuelo de tontos...

¿veis? si es que soy tonta, si ya lo decía yo...

 

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