martes, 5 de enero de 2010

El principio del fín

 

 

Siempre he pensado que un nuevo año viene marcado por la forma de acabar el anterior. De ahí que el Fin de Año se haya convertido para mí en algo de gran relevancia y suma importancia, por mucho que me empeñe en decir que es una noche como otra cualquiera.

Un fin de año, por ejemplo, salí con un amigo que decidió salir del armario a los tres cubatas, y el año siguiente lo pasé enterito viendo salir amigos del armario, de ambiente en ambiente, ejerciendo de MariAntonia (la típica amiga de los gays que es usada exclusivamente para tener con quien entrar en las discotecas -que no salir-, y que no se da cuenta del uso de su persona de tanto cubata gratis de los camareros para que sigas llevando ganao).

Al siguiente findeaño, harta de tanta discoteca, ganao y cubatas, opté por pasar de mis amigos y sus fiestones de barra libre a sólo 70 euros para quedarme en casa tranquilita viendo pelis. Que guay me sentía, ahí viendo a Rapahel en pijama, vacilando de soledad buscada, y de quedarme en casa por gusto y afán de tranquilidad. Pues eso, todo aquel nuevo año lo pasé ya no tranquilita, sino aburrida como una ostra porque todos dejaron de llamarme, encerrada siempre en casa viendo una media de 6 películas al día, y más sola que la una. Si es que no se puede hablar...

Desde entonces intento imaginar planes alternativos alucinantes para acabar el año, pero o nadie me sigue el rollo o me veo obligada por las circunstancias a estar con el novio, la familia y el turrón de chocolate. Hasta que un día se me ocurrió que la mejor manera, dentro de mis posibilidades, podría ser empezar el año echando un buen polvete, el del siglo a ser posible. Y me imaginaba ahí sustituyendo las doce uvas por un superorgasmo ultralargo de 12 segundos, de esos coincidentes con la pareja llenos de gritos acompasados, como en las pelis. Pero desde que tengo uso de razón y regla siempre siempre siempre me ha pillado tamponada la Nochevieja. Bueno, me había...

Este año me vino la regla para Noche Buena. De puta madre, el día de cumplir con la familia. Por fin iba a poder empezar un año a campanazo vivo, por eso de seguirlo igual... que a estas alturas de la vida ya he aprendido lo bastante como para estar como los del Mundo Feliz, sobrá con el soma y la orgía porfía.

Así que el otro día, por primera vez en un fin de año, cambié mis bragas de cuello vuelto por un tanga rojo, me armé de una botella enorme de champán del bueno y un tarro nata, y le propuse a mi churri la movida. Encantao de la vida aceptó la idea, lástima que a última hora se me ocurriera mezclar el invento con las tradiciones. En el momento culmen, harto preparados para comer las uvas de la suerte a la par que orgasmear -que no sólo de sexo vive el hombre-, la avaricia rompió el saco. Al encender la tele en el momento justo del principio del fin del año no sólo se rompió el saco, la Belén Esteban también se cargó la libido que llevaba esperando toda la vida disfrutar.


 

Si es que planear pa ná es tontería. La vida siempre acaba sorprendiendo, y esta vez simplemente cambió los esperados oh my gods por un ataque de risa. Al menos pinta bien...

 

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