miércoles, 11 de noviembre de 2009

Volver a nacer





Me siento tan ligera como las de los anuncios del Kellog Special K después de su plan quincenal para acercarse un poco más a la anorexia, y eso que me acabo de zampar un bocata mortadela... No es porque haya superado un caso de estreñimiento agudo, tampoco es que me haya apuntado al gimnasio, ni siquiera a un curso de meditación levitadizadora. Nada de eso. Vengo del banco, de cancelar mi cuenta.

Los cajeros -los amaestrados, no los automáticos- no se lo podían creer:

-¿Cómo te vas a quedar sin tarjeta de crédito? Eso es que tienes una cuenta en otro sitio, ¿no? Anda mujer, y por qué no borras la otra y sigues con nosotros, que nos tienes tan cerquita...

- Que va, que va, quiero cerrarla. Porfavor, denme los 27 euros que me quedan, y la cierran.

-¿Has tenido algún problema con nosotros?

-Si me hablais como representantes de una institución financiera creo que la respuesta sería demasiado larga y maleducada. Dejemoslo en que no tengo liquidez, ni ingresos, ni perspectivas de tenerlos.

-Vaya, lo sentimos. Esperamos que las cosas vayan mejor, y que cuente con nosotros de nuevo en ese caso.

-Si, me imagino que contar con ustedes ahora sería un poco ingenuo...Pero no se preocupen, de verdad. ¡Si estoy mejor que nunca!

Las miradas de los que hacían cola detrás de mí se clavaron en mi nuca, y al volverme pude notar cómo me miraban de arriba a abajo. Casi igual que mis compañeros de la Universidad, por seguir llevando rayas y pantalones anchos ahora que se han puesto de moda los cuadros y los leguins.

Mientras contemplaba la escena de unas tijeras enormes acercándose a mi extarjeta de crédito me empecé a sentir como cuando el protagonista de Un hombre sin pasado emprendía una nueva vida como persona indocumentada. Libre y felizmente indocumentada. Casi le propongo al cajero que siguiera con la matanza de mi DNI, pero no era plan porque a la policía le tengo casi más miedo que a los bancos.

Y así salí de la entidad: con la sensación de haberle pegado una patada en el culo a las comisiones, a los euribors, al capitalismo, al liberalismo, y sobretodo al usurismo y al sinsentido timo de la economía globalizada. Parada y sin un puto duro, sí, pero triunfante. Y ligera.

Era lo único que me faltaba para volver a ser persona después de haber cancelado semanas antes la cuenta del móvil. Por fin dejaba de ser un número más en la lista de los adoctrinados ciudadanos de la sociedad del bienestar. Volvía a sentirme yo, una persona con cara, uñas, pelo, culo, sentimientos, historia vital. Yo, la vecina del cuarto, la de las perras, la hortera que lleva la misma ropa desde hace tres o cuatro años.

 

Desde luego, después de dejar de tener móvil y banco, me siento casi como recién nacida. Vuelvo a esconder mis ahorrillos dentro de algún libro, en este caso uno de Ernesto Sabato que viene al pelo, La Resistencia. Vuelvo a ejercer la picaresca de sisar en la compra y hacer chapuzas y curros buscavidas cobrados en negro. Vuelvo a charlar con la gente bajo la luz de una farola con un paquete de pipas, en vez de por el móvil o el messenger. Y desde luego sí que voy mas ligera, y no sólo porque me haya quitado peso del bolso, sino porque ahora ya ni tendré por qué llevarlo.

PELÍCULA "CONCURSANTE" (MUY ENTRETENIDA, ORIGINAL E ILUSTRATIVA):

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