martes, 24 de noviembre de 2009

Cuanto más conozco a la gente más quiero a mi tele




Mi experimento sociológico-televisivo de la semana pasada me ha tocado el punto ambiguo como hace tiempo no me pasaba: estoy enganchada a Crímenes Imperfectos . Tanto decir que no iba a encender la tele nunca más y ahora hasta falto a algunas clases solo por ver el programa mañanero.

Ahora, cuando me despierto, la tele de mi cuarto parece mirarme y decirme "encieeendemeee, encieeendemeee". Cuando voy a la cocina a desayunar hay otra tele que también me dice "veengaaa, sólo mientras te comes lo cereaaaleess..." Y claro, después de tanta insistencia, en el salón -donde se ubica La Tele- me quedan nulas resistencias a las catódicas influencias que desprenden sus 40 pulgadas de plasma. Es lo que tiene la sociedad del bienestar, que teniendo teles en cada habitación no podemos huir de ellas.

En estas mañanas de crímenes me he terminado de dar cuenta de lo malos que somos los homínidos, egoístas a más no poder, capaces de matar por un poco de dinero, de poder o de rabia. Hijos que matan a sus padres para quedarse con la herencia antes de tiempo, personas que matan a su cónyuge para cobrar el seguro de vida, o para irse con tranquilidad con su amante. Chalados que no soportan la humillación de ser rechazados, o simplemente individuos que quieren experimentar lo que se siente al matar. Si a pequeña escala, en nuestra pareja, familia, edificio, barrio o pueblo, no somos capaces de tener la suficiente empatía y vivir en armonía y justicia, ¿qué se puede esperar entonces a nivel mundial de los políticos, empresarios, organizaciones y relaciones internacionales, etc.? Así va el mundo...

Amén de que la mayoría de los conflictivos puedan tener algún tipo de trastorno psicológico, desde luego esas facetas forman parte de la naturaleza humana, y lo peor es que cada vez están más camufladas bajo pretendidos comportamientos pragmáticos. Yo, mientras, sigo deprimiéndome por ver lo complicado que es esto de convivir en sociedad. Cada vez estoy mas acojonada de la de gente que hay suelta, y me gusta más quedarme en casa calentita, a salvo, viendo la tele. Además, es que siempre acabo decepcionada de mis semejantes y del mundo por las más nimias tonterías.

Esta tarde mismamente he tenido una discusión con mi amiga que ha sido reveladora. Me decía que soy rara, y el argumento es que me llevo bien con todos mis ex. Ella es una buena persona, inteligente, con estudios, con empatía... pero dice que si cortara algún día con su pareja no querría saber nada más de ella. Desde luego no permitiría que su pareja mantuviera una relación de amistad con sus exs, y prevé que tendré problemas con mi nuevo chico -celosillo que me ha salido- porque hasta ahora he tenido demasiada suerte.

Yo, como digo, soy muy amiga de todos mis ex, y no pienso cambiar eso porque además estoy orgullosísima. De hecho es que no concibo que sea de otra manera. ¿Cómo se puede dejar de querer a alguien sólo porque ha acabado la relación de pareja? En mi caso siempre ha quedado el cariño, el respeto, la confianza, y eso a lo que tanto miedo tenemos que se llama amor, y que no es más que relacionarnos de forma sana y cómplice con nuestros semejantes.

Pero no, se supone que soy rara. Quizá lo normal sea dejar de hablar a tu pareja porque se fue con otra más guapa, poner denuncias falsas de malos tratos para quedarte con la casa, sacar dinero al cónyuge hasta dejarlo en la calle, poner a los niños en contra, meter cizaña con la familia, o simplemente dejar de interesarte por esa persona porque ya no te ofrece ni sexo, ni cenas, ni exclusividad.

No entiendo nada, de verdad que no entiendo nada. Me voy a ver la tele.

 

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