domingo, 26 de octubre de 2008

Otoño, dulce otoño


De nuevo resbalan por las calles de la ciudad los caracoles, que salen de la nada intentando dirigirse hacia algún lugar impreciso. Como yo. Como vosotros.
Y este tiempo, que da ganas de mirar por un agujerito hacia el pasado,cuando la felicidad era sentirse a salvo después de deambular por las calles, intentando sin éxito meterse en algún lio.
Ahora los riesgos están tan cerca, tan dentro, que la calle se ha vuelto temerosa, oscura, demasiada. Llena de miradas de reojo, burlas de los tiempos, que han cambiado.
Antes parecía que todos tendriamos una oportunidad de seguir, de crecer y creer en un mundo mejor lleno de posibilidades. Ahora hay demasiada locura alrededor, problemas reales, y también de los buscados. Parece que el tiempo se ralentiza, y mientras nos estancamos sin remedio, se pasan los años fugazmente. Los momentos de lucidez nos guian hacia la locura de sumar motivos. Y ya no sabemos si tenemos ganas de probar más cosas. Quizá solo queramos seguir donde estamos, tranquilos, acunados por lo conocido, conformistas; esa palabra tan demoledora.
Y no paramos de quejarnos, hasta en los sueños.
Perpetuando dilemas trillados desde hace siglos que jamás llevan a ningún lado.
Sin saber cual es el grado de hipocresía de los remedios mas usados.
Autocomplacientes enmiendas para los egos perdidos en la nada suprema del sentido.
Bailando con palabras, músicas e ideas regastadas. Pájaros enjaulados.
Evolucionando hacia una concencia colectiva, salvadora, que ilumine el camino antes de que el pesimismo y el caos ganen la batalla.

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