martes, 6 de febrero de 2007

Yo ¿anticonsumista?




Soy una declarada y profesa anticonsumista.

Siempre ando peleando con todo el que compra cosas absurdas. Gastar por gastar, qué manía.
Se defienden alegando que cada uno con su dinero hace lo que le da la gana, pero...no creo que solo entren en juego las "pudiencias" personales o los caprichos, ¿que hay de todo lo que el consumismo conlleva?

Sobrexplotación salvaje de los recursos del planeta, miles de fábricas clandestinas, explotación laboral de millones de personas, y un largo etcétera. Consecuencias nefastas y atroz sinsentido lo mires por donde lo mires.

Prometo –mis pintas pueden corroborarlo- que puedo sobrevivir perfectamente -¡faltaría más!- con dos pantalones, una falda y unas pocas camisetas, y se divertirme de lo lindo sin un euro en el bolsillo. Por supuesto, me importan un pimiento las marcas, me encanta comprar en el Lid del barrio, y jamás, jamás entro en las tiendas de todo a cien.
- ¿He dicho jamás? -

Ayer, de vuelta de la biblioteca, pasé como de costumbre por los chinos de la avenida. Siempre miro con desdén a las marujas que compran allí todos los días, pero en esa mañana reinaba una tranquilidad inusual en ese tipo de comercios. De repente mis pasos se ralentizaron y, atraída de un modo casi diabólico, me acerqué al escaparate. Una ovejita de peluche me miraba apenada, como diciéndome..."llévame, llévame de aquí, que estos con lo raro que hablan ni palique me dan pa que me entretenga".
Dios, que pena, de verdad. La ovejita, tan mona, con su gorda barriguilla, esas orejas tan pequeñitas, y unos ojos negros y vivos, me pedía que la rescatase de su encierro.


- Ovejita, es que mis principios me dicen que estás hecha por algún niño esclavo en un país lejano, y no sabes lo mal que me sentiría de saber que estoy contribuyendo a tal ignominia...Además, si me ve cualquier conocido, después de la lata que doy para que no compren aquí, se me cae el pelo -

-Pero si total, ya estoy hecha, y hay un montón más como yo ahí dentro, por una menos ni se notará. Entra rápido, cógeme del escaparate, y ya está, verás como no pasa nada - Replicó la peluchosa ovina.

Saqué las gafas de sol del bolso, y con una rápida mirada a ambos lados de la calle, me dispuse a entrar, con el corazón que se me iba a salir del acelerón. Una vez dentro, agaché la cabeza a modo de saludo y agarré a la ovejita del escaparate. Iba a pagar enseguida, pero la música me hizo detenerme un instante.

-Ay, qué gracioso, hasta canciones chinas ponen... -

Los largos pasillos me invitaban a entrar ofreciéndome un anónimo cobijo entre sus estantes. Empecé a sentirme como Alicia en el país de las maravillas. Cientos de objetos de llamativos colores atraían mi atención haciéndome abrir los ojos, incluso la boca, maravillada. Cajitas con flores, lindas muñequitas, imanes para el frigorífico, cintas para el pelo, libros, juguetes, velas, inciensos, coño, un colador, con la falta que me hace.

Al pasillo del material de papelería no me pude resistir, cuántas libretas bonitas, bolígrafos de colores, y carpetas de todos los tamaños. Estaba ensimismada eligiendo cual de ellos llevarme, con la ovejita y el colador debajo del brazo, cuando a través de las cajas de lápices vi que había entrado el novio de mi prima. Uff, que sudores. - ¡¡¡Me va a pillar!!! -

Agarré fuerte lo primero que me pareció, y salí diligente hacia el mostrador para pagar, antes de que se percatara de mi presencia. La dependienta me sonreía como con recochineo - ¿tanto se notaba que había renegado de ellos? -

Justo cuando me disponía a salir con la prueba superada, el novio de mi prima me saludó desde dentro de la tienda. -Eyyy, ¿qué pasa?-

Yo, con aire distinguido, levanté la mano a la vez que salía de allí, con una sonrisa de fingida dignidad, acojonada por la que se me venía encima, pero feliz como una niña con zapatos nuevos con mi ovejita, mi colador, y mis tres libretas. Y solo por 3,60 euros.
 

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