sábado, 15 de mayo de 2010

Sueños







El sueño siempre ha cumplido una función muy importante en nuestras vidas. Además de permitirnos descansar el cerebro, ordenar la información recogida, o lo que quiera que haga por nosotros, hasta condiciona la vigilia posterior.

¿O no es maravilloso despertar tras un festín erótico consumado, o tras soñar que vuelas?

Las experiencias se viven como reales, se siente todo con tal intensidad que el buen rollo es capaz de durarte el día entero.

Yo, cómo no, siempre he tenido mala suerte para esto de los sueños. Desde muy pequeña tuve pesadillas, muchas, horripilantes, y recurrentes. En una mi madre me quería matar. Se le iluminaban los ojos y estiraba los brazos en plan zombie para alcanzarme en mi litera y ahogarme.


Cuando conseguía despertar, cagada de miedo, me parecía que aún le quedaba algún destello maligno en la mirada -como el malo de Willy Fog- y eso hacía que incluso despierta no pudiera sentirme plenamente segura a su lado.

En otras el mar quería atraparme cuando paseaba por la orilla. Una ola enorme me arrastraba hacia dentro con mucha fuerza y me dejaba flotando entre algas para siempre. Y así, siempre lo mismo: viajes interminables en ascensor, bajadas de escaleras infinitas siendo perseguida, navajazos, sangre, presencias diabólicas, situaciones desagradables a más no poder...
Lo bueno es que con el tiempo aprendes a controlar los sueños. En mi caso, bueno, se me ocurrió usar lo que siempre funciona en la vida real: el sexapeal. Que no es que tenga yo mucho de eso, pero sí lo bastante como para disuadir al villano en cuestión de sus planes asesinos.

Mejor follar de guay a que te violen o te corten en cachitos, ¿no? dónde va a parar.
Así, aprendí en todas las pesadillas a camelarme a todo hijo de vecino para acabar montándome unos sueños húmedos de la hostia. Lástima que empezando tales menesteres siempre me despertara. Puta ley de Murphy...

Parece que los sueños revelan nuestras experiencias, obsesiones, deseos o miedos.

Seguramente por eso haya soñado tantas veces eso de no saber cómo volver a casa, o volver a la casa equivocada.

Quizá por eso también casi siempre soy otra persona en mis sueños. Pero, interpretaciones psicoanalíticas aparte, ultimamente sí estoy empezando a creer en su parte más reparadora o incluso espiritual.

Siempre había tenido de todo tipo de pesadillas con mi perra. En mis sueños se ha perdido, dañado y matado de mil maneras diferentes. Siempre soñaba cosas horrorosas con ella. Pero justo desde que se murió el otro día sueño todo lo contrario. Aparece como antes: gordita, loca, cariñosa. Y se me echa a los brazos para jugar, para que la acaricie, como diciendo: ¡que estoy aqui, tonta! Aprovéchate y sóbame, disfrutemos del tiempo perdido. Dios, ¡qué felicidad! ¡qué gustazo!

Si al final va a ser que todo esto es un sueño, y así, en sueños, podemos seguir viviendo para siempre.
Una vez leí que el momento de morir, no sé si un solo segundo, se alarga tanto como para seguir viviendo muuucho, mucho tiempo. Soñando.




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