martes, 22 de septiembre de 2009

Las primas


Que la gente pasa de sus amigos de un día pa otro en cuanto se emparienta es algo que ocurre desde tiempos ascentrales. Se ve que algunos no dan pa más, y que tienen tan poco amor dentro que se lo guardan todito para ellos mismos, y ni eso.
Obviamente no se trata de amistades sinceras. Como casi todas, son relaciones normalmente parasitarias, o en el mejor de los casos simbióticas, carentes de toda profundidad afectiva y respeto.

En otra de mis épocas solitarias, en las que al soplar las velas de la tarta pedía con los ojos y la boca cerrada tener una amiga de verdad, un día me salió una prima. Era hija de la mejor prima de mi madre, de pequeñas habíamos pasado unos días de verano juntas en el pueblo cantando canciones de Alex y Cristina, y 12 años después se presentaba en mi casa, sin avisar, con varias maletas.

Con el optimismo que me caracteriza pensé
-no es una amiga, pero una prima también me sirve...-

-Holaaaa primaaa, cuantos añosss, ¿¿como tu por aqui??-
-Pues nada, aprovechando que mis padres venían de visita, he aprovechado para pasar unos días-
-Esto...bueno, me imagino que tendrías ganas de conocer el lugar. Y dime, prima, para ir organizandome, ¿donde quieres que te lleve?

Yo pensaba que querría ver los museos y monumentos, ir a la playa, salir a tomar unas cañitas, retomar relaciones con su prima...

-Tú llévame a donde haya tíos con dinero-

Mal empezábamos. La dejé a solas mientras buscaba corriendo a sus padres para decirles con cualquier excusa que se la llevaran de vuelta, pero era demasiado tarde, ya me habían escaquetado a la niña.

-Pues como no te lleve de putas, jajaja-
-¿de putas?-
-Vamos, que tu lo que quieres es ir a ver yates y todo eso, ¿no?-
-Si,si. Quiero ir a Marbella, a ver si me ligo a algún famoso, o algún ricachón.
-Se nota que te gusta la tele ¿¿eh??-
-¿la tele?-
-Quieres que te quiten de trabajar, ¿no joía?-
-Si yo no trabajo..., no he trabajado nunca-

Cuanto más avanzaba la conversación, mas ganas de llorar me iban entrando. Odiaba a los perros, no soportoba El Chavo del ocho ni Doraemon, no sabía lo que era el sentido del humor, y era tan intelectual como Sofía Mazagatos.

Mi madre tuvo que sobornarme con 100 euros para que aguantara a la prima unos días y la sacara de paseo. Yo, que me había jurado no aguantar nunca más a ningún caradura, me tuve que tragar mi orgullo esperando que pasase pronto aquel suplicio, en nombre de las buenas relaciones familiares.

Los 100 euros se gastaron en un santiamén, seguramente porque mi pobre prima tenía tan mala memoria que siempre se acordaba de su cartera cuando estábamos ya de marcha: -ay, se me ha vuelto a olvidar en casa el monedero-. Cuando yo, como buena prima, le recordaba que echara la cartera en el bolso, siempre había nuevas excusas para no pagar: se metía en el cuarto de baño, se ponía a toser estrepitosamente para salir del local, se hacía la remolona admirando las tapas de ensaladilla rusa o los techos de las discotecas...

La primera vez que me la llevé con mis amigos parecía la Macu de la serie Aída. Allí estaba ella, recién salida del pueblo, bailando "restregón" con to dios, tocando paquetes por doquier, loca de contenta.

Como no quería regresarla preñá al pueblo, empecé a llevarla a pubs tranquilos de música más alternativa donde no pudiera restregarse tanto. Me equivoqué, los heavys aquellos estaban más salidos si cabe, y no sé cómo lo hizo, pero la tía sacrílega le sacaba el punto restregueo hasta al Nothing else matter.

A los tres días de la llegada de mi prima no quedaba ni un solo amigo en la ciudad que quisiese salir conmigo, porque cualquiera aguantaba a la petarda de mi prima. Asi que, tras sacarle otros 100 pavos a mi ya arruinada madre, lo que hacía era soltarla en las discotecas mientras yo, barra en mano, cultivaba mi mundo interior.

El día antes de irse me dice la tía
-anda, acompáñame al centro, que quiero comprarme un vestido de gitana-
-¿Hoy no se te va a olvidar la cartera verdad?-
-¿la cartera?-

Desde entonces paso de tener mas amigas, o mas primas, tengo pesadillas con Alex y Cristina, y sigo el refrán ese de

-cuanto más conozco a los hombres más quiero a mi perro-

 

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