jueves, 10 de septiembre de 2009

El mal de ojo clínico. 2ª parte.





Como teníamos tantas ganas de vernos mi queridisisisima otra mejor amiga y yo, despues de tres años ya sin vernos, y sabiendo que era una forrada con chalet, clases de golf, papi ingeniero, veranos en londres y viajes por europa, acepté la invitación.

El día que llegué me recibió en el aeropuerto con su novio, del que por cierto no se separó ni un segundo en las tres semanas que pasé con ella, y con el que por cierto se peleaba una media de 30 veces al día. Fuimos a cenar los tres, y mientras discutían agitadamente en el coche porque el chico le había mirado las tetas a una rubia, yo estaba empezando a deprimirme porque nos dirigíamos a un sitio de quitar el hipo según ella. Osea, en mi argot, de llevar los guantes de goma y el fairy, o hacer un sinpa. Cuando llegó la hora de pagar el amable chico fue a invitarnos, pero mi queridisisisisima amiga decidió que mejor que cada uno se pagase lo suyo. Menos ella, claro, que siempre iba invitada por él.

Ya la primera noche allí me gasté la mitad del dinero que llevaba.

Al día siguiente ayudé a hacer la comida: un paquete de espaguetis empezado para ocho.

-¿seguro que esto solo? ...-
-claro, mujer...con eso hay de sobra-

Cuando el bol con la pasta llegó a mis manos aún quedaban seis personas por servirse, por lo que, con toda la pena del mundo, me eché 7 espaguetis contaos para acompañar a la esmirriada salchica frankfurt de mi plato. De postre: aire fresquito.

A la semana me había gastado la otra mitad del dinero que llevaba en comprarme algún que otro bollo o hamburguesa a escondidas mientras mi queridisisisima amiga discutía acaloradamente con su novio por haberle mirado las tetas a una de la tele. O en pedirme una pizza tras poner excusas pa no salir a cenar con ellos a probar comida d de autor.

A las dos semanas, ya sin capital, había perdido ya 4 kilos.

Por las noches había reunión familiar en torno a las antorchas de la piscina. La pija madre comunicaba a sus pijas hijas las pijas novedades de la semana.

-Niñas, papá está harto de echar horas extras y a mi me han vuelto a echar del bufete porque mi jefe no entiende que para mi el golf es lo primero. Haceros a la idea: somos pobres. A partir de ahora solo podremos ir a Mango una vez a la semana-

(Tensión en el ambiente, caras de asombro entrecortadas por algún suspiro, y el perro ahuyando de fondo)

-Pero mamá, ¡¡me prometiste que haríamos un viaje por Europa dos veces al áááññooo...!! ¡Y espero que esto no interfiera en mi segunda carrera y el master en oxford!

Antes de morirme del asco llamé a mi señora madre no pija:
-Omá, tienes que sacarme de aqui como sea. Tengo hammmmbreee, me aburro muuuchooo, no soporto a esta genteee, sácame de aquiiiii-
-Si hombre, ¡no te jode! Despues de gastarnos los ahorros en el viaje de la niña, ahora se quiere volver. Te esperas a que llegue el dia del vuelo, no querrás que te compre otro billete ¿no?-.

Cuando por fín llegó la hora de volver a casa, harta de tantas capulleces, aproveché mientras mi queridisisisima amiga discutía con su novio por haberme mirado las tetas para meter en mi maleta todos los libros que pude. Luego bajé a la super cocina, abrí el super frigorífico de dos puertas y máquina de hacer hielo, y me fui comiendo cual bulímica todos los yogures de tarro de cristal, mouses, y quesos caros que estaban en la zona de los reservados.

-¡Quze sze sjodamn!-

Cuando me despedí de mi queridisisisima amiga (deseando no volver a verla), volví la cabeza para decirle adiós desde el otro lado del detector de metales, pero se había girado para discutir con su novio, seguramente, por no mirarle sus nuevas tetas.

Continúa.

 

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