sábado, 24 de mayo de 2008

Al final del camino






Desde que nacemos, vamos forjando una identidad que emana de un sinfín de cruces estratégicos y/o aleatorios, tejidos con la ayuda del tesón y los recuerdos. La identidad emerge desde el esfuerzo continuo de ser, lo que algunos llaman alma. Pero no es más que la simple consecuencia del ensayo-error, aliñada con las experiencias, y la capacidad para entender, aprender y crecer.

 

Con la ingenuidad atribuida al nacer, auguramos un futuro de sumas: Tendré una casa -llena de cosas-, un amor, niños, el perrito y el loro. Un buen trabajo, amigos por todos sitios, una familia que crece, y sabiduría.

 

Pero al final te das cuenta de que la vida no es más que un cúmulo de pérdidas, algunas insoportables de entender, decepciones, y experiencias dificiles de digerir.

 

 

Malentendidos escondidos tras la incapacidad de comprender la naturalidad, o formas de ser diferentes, y tras las proyecciones inconscientes de personalidades bastante simples o demasiado retorcidas.

 

 

Alusiones erróneas, actos malinterpretados, y egoismos varios disfrazados de victimismo interesado. Peliculitis, machismos camuflados -las mujeres NO buscamos la salvación divina en el amor, solo buena compañía para el camino-, libertades de espíritu solo pretendidas. Simplezas ignoradas que alejan y hasta duelen de puro harto.

 

Juegos -"cal y arena", "ratón y gato", "yo siempre gano"-, batallas, argucias demasiado evidentes.

 

 

Me estoy enfermando de misantropía. No soporto perder el tiempo y la energía con tantas tonterías que para colmo me importan demasiado. Inversiones en saco roto, esperanzas aniquiladas, respetos perdidos, esencias fingidas. Egoísmos exacerbados, manipulaciones, injusticias, malos modos. Desagradecimientos, faltas de empatía, descorazonados corazones enseñados a emitir latidos aprendidos.

 

 

Todo es una batalla. Conseguir el puesto, pisotear a los candidatos. Ensalzarse en la lucha con méritos de valor añadido. Fingir para despues hundir, porque lo importante es la victoria y el consuelo de ver engrandecido el ego. Superioridades que terminan por perpetuar y encauzar roles. Peliculitis aguda. Suposiciones absurdas amparadas en la falta de recursos sensibles. Ofrecimientos que esperan su turno para pasar factura. Exprimidores de almas y talentos. Egoismos con venda. Desperdicios con metrallas de tiempo.

 

 

Pero la búsqueda de la felicidad encontró por fin su camino: sueño, luego existo. Y en mi soledad de indentidad de cruces, fracturas, decepciones y consuelos reciclables, se establece el sentido.

 

Estoy sola, rodeada de gente, y sola. ¡Qué alivio!

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