miércoles, 19 de agosto de 2009

Hogar, dulce hogar


Siempre me ha costado sentirme patriótica, pertenecer a un determinado grupo social, o tener que acotar mi personalidad. Suelo hacer mejores migas con las hermanas pequeñas de mis amigas, con sus novios o sus madres, supongo que será porque a los de mi edad los tengo más a mano. Y es que es difícil valorar y disfrutar lo que tenemos cerca sin ansiar ir más allá.

Con los lugares pasa igual. Siempre he despotricado de lo lindo de mi ciudad, no sabía qué le veían de bonito o especial... tan descuidada, tan sucia, tan llena de merdellones. No creo que por haber nacido en un lugar uno tenga que defenderlo contra viento y marea, por eso me sorprenden tanto las absurdas rivalidades: Málaga-Sevilla, Las Palmas-Tenerife, Madrid-Barcelona, el Norte-el Sur... menuda chorrada. Todos los lugares tienen su encanto, y todas sus gentes, que se diferencian únicamente por la forma de pronunciar las eses -seseantes, ceceantes, aspiradas, o inexistentes-. Yo las he pronunciado ya de todas las maneras, y he bailado con las mismas ganas las sevillanas, el chotis, las isas o la lambada.

Mis vacaciones estivales por el noroeste de España, sin embargo, me han hecho cambiar de opinión: Pasado despeñaperros y los molinos parriba los diferentes paisajes me iban animando:

"Qué verde todo, qué casitas de piedra mas monas, qué rico fresquito; qué suerrrte, ¡lluvia en agosto!; qué rica lluvia ¡y en agosto!; hay que ver tanta lluvia...¿no?
¡joder con la puta lluvia en pleno agosto!"

"Je, qué carácter estos habitantes que ni devuelven el saludo así les maten...
-¿por qué nos mirarán así?-
Señora, entiendo que le cueste devolverme el dinero de la habitación, pero es que me da un poco de cosa dormir en una cama llena de pelos, "pelillos" y manchas sospechosas -que menos mal que me ha dao por encender la luz antes de acostarme ehh-; Pues pa ser la primeeera veeezz que lees pasóooo no la veo muy sorprendida..."

"Disculpe señorita cajera, no me ha devuelto mi tarjeta de crédito..." (15 minutos despues) "Les digo que no me la ha devuelto, no estoy aqui mirando fijamente como trabaja por amor al arte..." (30 minutos despues: el de mantenimiento, el encargado, el segurata, y dos cajeras más mirando anonadados cómo la cajera pierdetarjetas pasa más y más productos por la cinta) "¡¡quieren cerrar la caja de una vezzz y buscarme mi tarjeeeta!!".

"Um, señorita, media hora esperando dos bocadillos tiesos de salchichón por 7 euros, digo yo que al menos le podía haber quitado los plastiquillos..."

"Buen hombre, hace un rato que le he dicho buenas noches, busco una habitación para dormir, ¿sería tan amable de mirarme a la cara por lo menos?".

"¿De qué coño ze ríe eza?, ziii, íaaa, zomo andaluze, hablamo con la z, y eso no quiere dezí que seamoh tontoh, que no vea, estais tos esnortao eh, ¡vaaya empanaera y mala follá!"


En fin, menos mal que somos los andaluces los que tenemos la fama de flojos y maleducados... Pero bueno, será que he tenido algo de mala suerte y me he topado tanto con los tópicos como con las excepciones que confirman la regla, y que soy más exagerá que to las cosas.

Al menos me ha servido para valorar lo que tengo. Estaba deseandico volverme pa mi casa, sentir ese calor pegajoso de las noches de agosto, el terral de 40 grados a la sombra, las playas abarrotadas de gente, sombrillas y sandías enterrás en la arena. Por Dios, sí echaba de menos hasta ver algún merdellón...

Viva Andalucía, con sus cosas buenas, sus cosas malas, y las regulares. Vivan sus casitas blancas encalás, sus viejecicas limpias y apañás con sábanas relucientes. Vivan los pucheros, el gazpachuelo, el salmorejo y el gazpacho. Vivan los chiringuitos con pescaito frito recien pescao, los camperos de a kilo, y los puestos de chumbos pelaos. Vivan las vecinas sentás en la puerta a la fresquita comiendo pipas, el saludo guasón del del kiosco, y los piropos de los obreros. Viva mi vecina del quinto, que aunque te mire de arriba abajo y se acerque solo pa ver si traes los ojos coloraos, por lo menos da las buenas noches.

A veces hay que alejarse un poco para ver las cosas con claridad, y darse cuenta de que detrás de lo más sencillo se escondía el misterio de la vida. De la buena vida.

 

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