Que todos tenemos nuestro particular Mr
Hyde no creo que sea una idea tan descabellada. Muchos se piensan bondadosos
hasta el éxtasis, y quizá sea cierto en dos o tres casos. Pero a la mayoría de
los que se reconocen como buenos sólo basta ponerlos en una situación injusta:
seguramente sacarán su lado chungo para defenderse o vengarse de los perjuicios
sufridos, eternizando la maldad.
Al menos a mí me pasa: aunque abogo por
la paz y el amor suelo llevar siempre una escopeta por si las moscas, cargada y
con el seguro quitado. Una vez, hace tiempo, alguien usó sus dotes psicopáticas
para inflarse más aún el ego a mi costa de una forma bastante retorcida. Cuando
lo descubrí no podía dejar de pensar en la manera de explotárselo cual hígado
de pato, cortárselo en cachitos y luego comérmelo untado en el pan,
tranquilamente acompañado de un rioja barato del mercadona, que no se merecía
más. Y no era odio, era desprecio.
¿Qué hacemos entonces con los entes
malignos que nos joden la posibilidad de funcionar pragmática y pacíficamente
en sociedad? No sé, quizá haya que asumir que la maldad forma parte de
nosotros, del juego de la existencia, y que de no ser por ella no existiría la
bondad. Me imagino que somos marionetas en manos de un Dios digamos juguetón
(por no decir sádico), que necesita de nosotros para sentir todos los estadios
y estados posibles.
Pero ¿es la única forma que ha encontrado
la energía divina de adquirir sabiduria? Sigo sin entender por qué, existiendo
amén de la carne y las concreciones, los tiempos y las dimensiónes, no está
capacitada para recordar y utilizar lo aprendido desde y hacia el infinito. ¿Será
que ya tiene la suficiente sabiduría pero simplemente está aburrido de la
sempiterna existencia? Quizá Dios sea una especie de Maquiavelo aburrido de
siete años al que le han regalado el probetanova...
Sea como sea, parece que vivir es una de
las pruebas que debemos superar para completar el ciclo del sentido de la
existencia. Se supone que la energía se sirve de entes a través de los que
reencarnarse en la rueda del Karma para alcanzar la máxima evolución. Pero, ¿es
a través de las buenas acciones que se consigue la liberación? ¿Qué le ocurre a
esa energía bondadosa tras liberarse? ¿la NADA?
Yo por ahora me quedo con la existencia que
conozco, ésta, con su lado bueno, su lado malo, y también el regular. Me
quedaré con el respeto hacia todos los entes (aunque tenga ganas de matar a
alguno que otro), y dejaré de sentirme mal por querer más a mi perra que a mi
madre. Al fin y al cabo todos somos parte por igual del Dios supremo, y por ende
pequeños Dioses a los que hay que amar y respetar. Mientras, sin poder evitar
los ensoñamientos existencialistas, le haré caso a Jodorowsky para consolar mi
alma:
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