jueves, 11 de junio de 2009

Los buenos van al cielo, y los malos a todas partes



 

Que todos tenemos nuestro particular Mr Hyde no creo que sea una idea tan descabellada. Muchos se piensan bondadosos hasta el éxtasis, y quizá sea cierto en dos o tres casos. Pero a la mayoría de los que se reconocen como buenos sólo basta ponerlos en una situación injusta: seguramente sacarán su lado chungo para defenderse o vengarse de los perjuicios sufridos, eternizando la maldad.

Al menos a mí me pasa: aunque abogo por la paz y el amor suelo llevar siempre una escopeta por si las moscas, cargada y con el seguro quitado. Una vez, hace tiempo, alguien usó sus dotes psicopáticas para inflarse más aún el ego a mi costa de una forma bastante retorcida. Cuando lo descubrí no podía dejar de pensar en la manera de explotárselo cual hígado de pato, cortárselo en cachitos y luego comérmelo untado en el pan, tranquilamente acompañado de un rioja barato del mercadona, que no se merecía más. Y no era odio, era desprecio.

¿Qué hacemos entonces con los entes malignos que nos joden la posibilidad de funcionar pragmática y pacíficamente en sociedad? No sé, quizá haya que asumir que la maldad forma parte de nosotros, del juego de la existencia, y que de no ser por ella no existiría la bondad. Me imagino que somos marionetas en manos de un Dios digamos juguetón (por no decir sádico), que necesita de nosotros para sentir todos los estadios y estados posibles.

Pero ¿es la única forma que ha encontrado la energía divina de adquirir sabiduria? Sigo sin entender por qué, existiendo amén de la carne y las concreciones, los tiempos y las dimensiónes, no está capacitada para recordar y utilizar lo aprendido desde y hacia el infinito. ¿Será que ya tiene la suficiente sabiduría pero simplemente está aburrido de la sempiterna existencia? Quizá Dios sea una especie de Maquiavelo aburrido de siete años al que le han regalado el probetanova...

Sea como sea, parece que vivir es una de las pruebas que debemos superar para completar el ciclo del sentido de la existencia. Se supone que la energía se sirve de entes a través de los que reencarnarse en la rueda del Karma para alcanzar la máxima evolución. Pero, ¿es a través de las buenas acciones que se consigue la liberación? ¿Qué le ocurre a esa energía bondadosa tras liberarse? ¿la NADA?
Yo por ahora me quedo con la existencia que conozco, ésta, con su lado bueno, su lado malo, y también el regular. Me quedaré con el respeto hacia todos los entes (aunque tenga ganas de matar a alguno que otro), y dejaré de sentirme mal por querer más a mi perra que a mi madre. Al fin y al cabo todos somos parte por igual del Dios supremo, y por ende pequeños Dioses a los que hay que amar y respetar. Mientras, sin poder evitar los ensoñamientos existencialistas, le haré caso a Jodorowsky para consolar mi alma:

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