jueves, 4 de septiembre de 2008

Especial


Es la palabra más poderosamente manipuladora que conozco: especial.
Y así quería sentirse Les, un joven solitario, de vida aburrida, seguramente en plena crisis existencial. La palabra especial fue la que lo llevó a confiar en aquel experimento. Quería sentirse mejor, aumentar su autoestima, elevar su confianza, y sentirse verdaderamente especial por fin. Quería sentir por primera vez en su vida todo lo que siempre había soñado, encontrarle un sentido a la existencia. Y lo consiguió.
No importaba que la base de todo fuera un experimento, una prueba. Las sospechas de que algo andaba mal se quedaron enseguida en simples moscas que apartar, porque al fin Les era especial, la gente lo admiraba, y se sentía fuerte y poderoso, como un superhéroe. Ni siquiera importaba que los resultados pudieran ser una auténtica farsa.

Pero las farsas no son eternas, y el despertar fue demoledor. Al menos había aprendido algo muy importante: la mayoría no somos especiales. Madrugamos, trabajamos, discutimos con la pareja, o el vecino, y nos reimos de nuestra sombra antes de volver a empezar.

No hace falta sentirse especial para nadie, creo que ni siquiera para uno mismo. Porque todos somos asombrosa y jodidamente iguales ante los ojos de la vida.

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