martes, 23 de octubre de 2007

Un lunes cualquiera


Llego a casa y las venas de la Patiño se enervan confabuladas con su agradable voz para darme la bienvenida, mientras mi madre me dedica una seria mirada de reojo con el índice en la boca a modo de "como quieras contarme cómo te ha ido el día estás apañada".
Con los ojos y el ceño fruncido para poder soportar el escándalo, espero al intermedio para decirle que han estado a punto de atropellarme, pero me da pena interrumpir su esperanzado asombro al ver que anuncian un nuevo programa donde operándote desde los pómulos hasta los juanetes te ofrecen la ansiada felicidad.

Decido salir por donde entré, necesito hablar con alguien, y me paso por casa de mi novio, que me dice que hablamos en cinco minutos porque está haciendo algo muy importante. Viendo el plan, llamo a mis compis del barrio para quedar en la cervecería de siempre.
Nada más entrar, la Vane se me tira a los brazos para preguntarme con gran enfásis por quinta vez...

¡¡nenaaaa!! ¿aprobaste el exámen pal' carné?

Armada de paciencia, intentando obviar las correspondientes 4 veces anteriores que le había contado lo de mi suspenso, le sonrío y me voy a por un cubata. Miguel, que es el mas bueno de la pandilla, se me acerca cabizbajo a la barra porque su novia le ha dejado, y mientras intento animarlo con consuelos reciclados, noto cómo su mano se va colando por mi cintura mientras los ojillos de tristeza se transforman en mirada babosa por la que hasta hace unos dias era su amiga del alma. Mi mente empieza a traicionarme de nuevo con la recurrente asociación de metralletas y adolescentes norteamericanos, asi que propongo salir a los bares antes de que sea demasiado tarde.

Despues de aguantar las entretenidas disertaciones sobre el partido del madrid o la gran pena del pobre Miguel durante horas, se me acerca un tipo atraído por mi camiseta de Metrópolis. Con chispas en los ojos le pregunto si conoce a Fritz Lang, pero se ve que él hablaba del nuevo bar de moda, a donde insiste tozudo en llevarme.

-Joder, ¿pues no saben ya que las frikis solo follamos cuando el tio nos recuerda a alguno de nuestros artistas favoritos?-

Pero estoy tan desesperada por hablar con alguien que decido acompañarlo a ese bar, total, con ese nombre no puede estar mal del todo, y quién sabe lo que nos depara la vida en cualquier esquina...
Como era de esperar, lo más interesante que consigo escuchar en lo que queda de noche es si quiero echar un polvo, eso sí, la escena maravillosamente aderezada con el grandioso último single del nuevo triunfito de moda, despues de un buen regetón.

Haciendo caso al sabio refranero popular que dice "mas vale malo conocido...", regreso a casa de mi novio. El angelito, que sigue enganchado a la play, me mira con cara extraña al verme pasar de esa guisa, pues ni se había percatado de mi ausencia de su casa en esas 5 horas.

A la mañana siguiente, con una resaca horrible del garrafón, en el trabajo el encargado me exige de malos modos que le ofrezca a los clientes un menú superior de su sana comida basura, y que lo haga con una grannnn sonrisa, justo esa que se me ha quedado despues de dejarme las manos limpiando los baños y las freidoras durante toda la mañana.

Cuando regreso del curro aprovecho para hacer la compra en el super de la esquina, y aunque trato de darme prisa, la vecina acaba como siempre cerrandome la puerta del portal en las narices. Cargada de bolsas, cual Carmen Maura en "qué hecho yo para merecer esto", me dejo caer de culo en pleno descansillo a modo de huelga esperando que el techo se derrumbe, que los tomates que han salido rodando se frenen en los pies de algún psicópata que le de por secuestrarme, o aunque sea que el butanero le de por hacerme un favorcillo antes de llegar al quinto.

Pero nada, nunca pasa nada, y una vez más, me veo atrapada dentro un lunes cualquiera.

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